Incomprensible pero cierto, ¡Mérida no simpatiza¡ Mérida no es capaz de destruir la cera que le presiona la cara, para dejar al descubierto su belleza. Los que la están maquillando para embellecerla, se están equivocado y el material que están utilizando, está destruyendo su fisonomía. Se siente incapaz de reaccionar porque lo que le ofrecen, la descolocan y se ve triste porque es incapaz de crecer. Sus sentimientos la conducen a la depresión y se siente muy sola porque ve como todos los que vienen a realizar algún servicio se marchan pronto y los que vienen a trabajar ni siquiera se molestan en ubicar su residencia. Su tristeza se acentúa cuando se ve pisada por turistas que solamente la utilizan para ver una ciudad romana que hace dos mil años que la construyeron y sigue simpatizando con todos. A Mérida le gustaría que le preguntaran ¿cómo quiere ser? y que la dejaran hablar pero ni le preguntan ni la dejan. Le gustaría decirles a los que la gobiernan que es desinteresada, que la hagan con orden, que no la dejen espacios libre sin construir cargado de montones de tierra y llena de jaramagos, porque su único interés es, dar felicidad a todos por igual. También está cansada y estresada porque la presionan y la distancian. No hay coherencia entre una parte y otra y su composición es desastrosa, porque le faltan elementos que cubran las necesidades de los que la habitan y la distingan tal y como quiere ser, acogedora . Le gustaría que de una vez por toda conectara con gente que la comprendan y la entiendan, con el único interés de ponerla guapa, y atractiva para sentirse integradora de todos los que ahora la dejan. A ella también le gustarían que la pisaran --¡pero para visitarla¡-- se solaría con cómodas alfombras y flexibilizaría su estructura a gusto de todos, para que sus visitantes también la quieran.

Manuel Jiménez Martínez **

Mérida