La canela que llueve a placer sobre mi postre de arroz y leche en crema, ha venido a poner luz a la gigantesca tarde de invierno que hasta ayer había echado el ancla en mi ventana. Noviembre se ha colado haciendo nidos de cigüeña sobre los tejados y mayo se evaporó. Así se ha despedido el mes de las flores sin flores, cuajando inviernos a destiempo. Por suerte el sol se ha decidido a salir y poner fin a este desbarajuste atmosférico. Pulpa y polvo, soda y sal, ciento y un viento...

Acabo de extender la alfombra roja en el pasillo para recibir como se merece a junio, que no es un amigo ni un vecino, es más que eso, mucho más: una necesidad, una urgencia en el estómago, la terapia que el cuerpo ya estaba reclamando para hacer el cambio de armario sin temor a dar por muerto el sayo. Bien empieza el veranito con el advenimiento de buenas nuevas para Extremadura. ¿He dicho nuevas? Quise decir buenas viejas noticias, porque ya me dirán a estas alturas de la peli, quién no ha oído hablar hasta el cansancio de licitaciones para el AVE. Han sido años y años de anuncios y promesas, de paseíllo junto al político de turno casco en la cabeza y tal y tal.

Así se presentaba esta semana la ministra menos ruidosa del panorama actual, Ana Pastor y el rebaño... o lo que viene a ser lo mismo, el séquito habitual para estos casos, presidentes, directores, subdirectores, delegado, subdelegados, alcaldes, arquitectos, jefes de obra, asesores, periodistas, topógrafos y fotógrafos. Luego esto se ve en modo NODO y queda... Bueno bueno ¡cómo queda!

¿He dicho ¡cómo queda!? Quise decir ¿cómo queda? Porque de vedad que ya una no sabe muy bien como queda el asunto del AVE. Unos dicen tren de alta velocidad, otros de velocidad alta, otros se refieren a él como ferrocarril de elevadas prestaciones, otros que si es un bala perdida que alcanzará los 200 kilómetros a la hora... y así desde hace más de tres lustros. Calculen calculen... que se parece a circulen pero nada que ver. Ahora parece que los indicios apuntan buenas noticias, da igual que sea por hastío, agotamiento o porque ya le tocaba el turno a los extremeños, lo cierto y verdad es que la cosa apunta en la buena dirección. Y claro, el Gobierno está que se sale de gusto, normal, después de haber vivido en vivo y en directo el olvido reiterado de otras etapas, no dan crédito ante el gesto: Rajoy le regala un tren a Monago por haber hecho los deberes y aprobar el examen del déficit.

XCLAROx que por los rincones oscuros, donde sólo se habla en voz baja, en modo cuchicheo, corre como la pólvora otra versión muy distinta. Vaya, que en Génova están más que hartos del gallinero autonómico y van a empezar a repartir juguetes rotos para callar semejante trifulca. La insolencia tiene sus réditos finalmente en política, y eso lo aprendió muy requetebién Monago de Ibarra . Es lo que vulgarmente dice el refranero español "el que no llora no mama". Y de eso en Mérida saben mucho, no en vano para recordarlo, se colocó hace ya años, en un lugar estratégico la rotonda de La Loba... esa de la que mamaron Rómulo y Remo .

Llorar tiene su recompensa. Los indicios apuntan que aquí ha habido un mar de lágrimas... que el griterío adquiría decibelios inoportunos y que a Rajoy se le colmó el vaso de la paciencia. Gobernar en provincias no curte lo mismo que gobernar desde Moncloa, aquí en Palacio, uno toma tal distancia de los asuntos y las personas que acaba por importarle un rábano si sube el IVA hasta las nubes, sólo se padece por la escalada de la Prima de riesgo; en Palacio a uno acaba por importarle hasta dos rábanos el compromiso con su electorado, importa sólo complacer los caprichos de la vieja Europa; sin embargo, en provincias el dirigente aparece casi desnudo ante la masa de indignados, solo a tiro de piedra, vendiendo el humo que dejan a su paso las promesas.

Yo he perdido la cuenta de las veces que se nos vendieron licitaciones para obras e infraestructuras que ayudarían a vertebrar el territorio, he perdido la cuenta de las inauguraciones y las primerísimas primeras piedras, de los cortes de cinta y paseíllo en rebaño tras algún que otro ministro de la cosa. Hasta recuerdo viajes a Lisboa para cumbres y espuma de protocolo en olor de multitudes. Fogonazos que debieron quedar sepultados a golpe de ola en mitad del Atlántico.

Pero ahora los indicios son serios. Ana Pastor dejó estampada la firma de una promesa junto al presidente díscolo que sabe agitar como nadie la torre de Génova con sus truenos de genio y baronía, barullo que por cierto... a punto estuvo de convertir aquello en la Torre de Pisa y desequilibrar aún más los cimientos de la casa de Bernarda Alba Cospedal .

Por fin podremos gritar ¡pasajeros al tren! Por fin tendremos una estación del medio día como todo paraíso que se precie de serlo. Por fin el AVE o lo que sea revoloteará sobre nosotros, y así será porque una mujer del PP, ha cogido las riendas de una injusticia histórica. Creedlo, por todas partes llueven indicios de nuez moscada.

:La autora es periodista