WTwodas las expectativas sobre el resultado de las presidenciales de Bolivia han quedado cortas ante la contundencia de la victoria del candidato indígena y de izquierdas, Evo Morales . La desproporción entre la mayoría indígena de la población y su práctica ausencia en la élite política y económica del país, uno de los más pobres e inestables de Latinoamérica, necesitaba reparación. Ahora llega con este hombre que, además, es ideológicamente progresista, aunque eso no suponga novedad en un continente que, sobre todo con la llegada de Lula, en Brasil, ya normalizó lo que significa la alternancia como prueba de estabilidad política.

El discurso de Evo Morales es llamativo. Apoya la nacionalización de los recursos naturales; eso afecta a las multinacionales, a las que ayer garantizó que no expropiará ni confiscará. Y se erige en defensor del campesinado, gran parte del cual depende del cultivo de coca, algo que Morales quiere legalizar pese a que la Administración de EEUU busca erradicarlo. Falta por ver cómo actuará. El primer presidente indígena de Bolivia debe acreditar que sabe pasar de la protesta a la propuesta realista de Gobierno en un mundo tan complejo y tan atenazado por la globalización.