Desde el año 2002, Recep Tayyip Erdogan y su formación islamista moderada, el Partido de la Justicia y el Desarrollo, han ganado democráticamente tres elecciones legislativas y el país vive en plena fase de crecimiento económico. Por tanto, las protestas registradas en Estambul y extendidas a otras ciudades como Ankara o Antalya no buscan el fin de un régimen autocrático en un país empobrecido, como sí fue el caso de los que cayeron a consecuencia de la primavera árabe. Lo que está ocurriendo en Turquía es un movimiento nacido de una protesta espontánea, sin liderazgo, que se opone a una deriva autoritaria y la prepotencia del poder político, a la que se han sumado todos aquellos que tienen algún tipo de agravio contra el Gobierno. Erdogan ha tensado tanto la cuerda que al final se ha roto. La ha tensado al querer controlar la vida privada de los turcos. Los últimos ejemplos son las restricciones al aborto y a la promoción y el consumo de alcohol o el aumento de la presencia de símbolos religiosos en espacios públicos.