Nadie aplaude a esa minoría empotrada en el movimiento de los indignados que ha ejercido la coacción y la violencia en los recientes sucesos de Barcelona. Apoyarlo sería políticamente incorrecto. Toca condenarlo desde una perspectiva democrática y también toca no generalizar la condena, aunque algunos hayan aprovechado para hacerlo. Injustamente, a mi juicio, porque se trata de incidentes puntuales agitados por una minoría violenta infiltrada en una mayoría pacífica.

De ahí no se puede deducir una amenaza al sistema de libertades que tanto costó restablecer hace treinta y tantos años. No obstante, demasiadas voces de los ámbitos políticos y mediáticos se dedican a glosar con la boca llena el supuesto chantaje al sistema por parte de quienes han osado atacar la libertad de movimientos de los concejales o diputados regionales recientemente elegidos en las urnas.

El rasgado de vestiduras es instrumental porque sirve para la crítica al Gobierno, por haber creado las condiciones de la protesta, y al ministro del Interior, Pérez Rubalcaba , casualmente aspirante socialista a la Moncloa, por dejación de funciones como ministro del Interior. O sea, por no haber ordenado una carga policial contra los acampados en las glorietas urbanas, sin reparar en las consecuencias, dicho sea en nombre del cumplimiento de la ley .

Ese es el indignante discurso de una derecha política y mediática que se pregunta con aparente ingenuidad por qué las protestas de los indignados nunca desembocan en el Palacio de la Moncloa, en la sede socialista de la madrileña calle de Ferraz o en los domicilios particulares de los ministros. Un discurso que, ya sin ingenuidad, ni siquiera aparente, se pregunta si el genio tenebroso del PSOE no estará tuneando este 15-M para que rinda el mismo servicio que rindió aquel desdichado 11-M. Ahora se trataría de impedir el retorno del PP al poder.

Tan indignas son estas formulaciones que necesitan un 15-M violento al que se responda con violencia legal desde el poder. Ese caldo de cultivo no se va a crear. Entre otras cosas porque hay una decidida voluntad política de impedirlo. Frente a los violentos, la fuerza. Frente a los pacíficos, la prudencia policial y el diálogo. Esa ecuación verbal del ministro Rubalcaba guarda la garantía de que las cosas no se van a desmadrar. No sólo por ese anuncio del ministro del Interior. También porque la mayoría de las asociaciones y colectivos ligados a este movimiento, básicamente pacífico y democrático, se han desmarcado de la minoría violenta. Porque la Fiscalía ya ha abierto diligencias contra los detenidos en Barcelona. Y porque el autor intelectual del movimiento Indignaos , Stephane Hessel , ha calificado de "intolerables" a los violentos sin dejar de elogiar a los pacíficos que han sabido pasar de la indiferencia al compromiso.