Habla el octogenario escritor don Eliseo García en su novela El Contrato de Caín de la burocracia y dice que es una máquina compuesta de piezas rígidas e inflexibles que fabrica documentos en los que queda constancia de lo que somos, de lo que poseemos y de lo que tenemos derecho a poseer. Desde que se nos inscribe en el Registro Civil, la burocracia va supervisando, papel en mano y al detalle, los sucesivos estados fiscales y civiles de nuestras vidas. La burocracia, queramos o no, es ineludible por ser necesaria; y más en países desarrollados en lo que los individuos viven constantemente acreditándose y acreditando sus posesiones por mediación de documentos; papeles. Podría ocurrir que el mundo se quedara en blanco, como una memoria sin recuerdo, y desde ese momento nos moviéramos de un lado a otro sin un solo papel que nos identificara, sin un solo documento que nos protegiera.

XCUENTA DONx Eliseo que Sérecac, la fabulosa ciudad donde transcurren las prodigiosas historias de El Contrato de Caín , es atacada por una utopía perversa que deja a la ciudad totalmente indocumentada. Todo empieza cuando la ciudad pierde su nombre porque ese maligno ente utópico lo borra de todos los mapas, y por lo tanto los forasteros y turistas dejan de buscarla. Así pues, los serecacenos se convierten en habitantes de una ciudad ignorada por el resto del mundo y pierden su gentilicio. Poco después, la utopía invasora esparce su dañina magia por las entidades administrativas y los hogares de la ciudad sin nombre, y hace desaparecer toda documentación existente, de manera que los habitantes de la ciudad sin nombre comienzan a vivir desprovistos de papeles que los identifiquen. Ni qué decir tiene que esto ocasiona multitud de problemas en la ciudad sin nombre, ya que sus habitantes pierden su condición de nacidos, y con ello su estado civil, y también sus privilegios de propietarios, cosa que en principio es lo que más les preocupa. La ciudad se convierte en un lugar conflictivo en el que se usurpan unos a otros sus derechos fiscales, jurídicos y de propiedad. Pero lo verdaderamente alarmante se produce cuando empiezan a faltar alimentos. Dejan de cuidar con recelo sus supuestas propiedades y se ven obligados a pugnar unos contra otros por la comida. Como es natural, los más armados se adueñan de las provisiones, y el resto queda a merced de estos. Los ciudadanos comienzan a vivir a capricho de los propietarios de las provisiones y la ciudad se convierte en un pequeño estado dominado por un grupo de tiranos autócratas.

Muchos habitantes de la ciudad sin nombre deciden emigrar a otras ciudades donde asentarse y poder iniciar una vida satisfactoria. Pero en esas ciudades no son reconocidos ni admitidos por carecer de documentos que los identifiquen y para su desgracia se les obliga a volver a la ciudad sin nombre.

En el siguiente capítulo de la novela don Eliseo cuenta como, gracias a la solidaridad y apoyo de otras ciudades, Sérecac vuelve a recuperar su identidad.

*Pintor