La vida de EEUU está llena de historias bonitas y una es la de Katie, la pava que estaba destinada a ser ingerida por la familia Bush en el día de ayer y que a ha sido indultada por el presidente norteamericano. Tenía que haber aparecido bien doradita en la mesa presidencial en el Día de Acción de Gracias y, en cambio, podrá disfrutar de una larga vida en una granja de Virginia, en la que, fruto de los juegos amorosos con algún pavo, pondrá poner muchos huevos, de los que nacerá una larga descendencia de polluelos.

Puede ser cierto que los daños colaterales de los bombardeos norteamericanos sobre Afganistán pudieron matar a muchos inocentes. Lo mismo podría pasar en Irak, si se decide, finalmente, un ataque, y nadie niega el trato vejatorio recibido por los talibanes cautivos en Guantánamo. Son cosas que pasan. Pero el indulto de la pava demuestra que el señor George Bush tiene un gran corazón, no duro como las Rocosas, sino blando como el algodón que se cultiva en los Estados del sur o como una película de Doris Day. En un día tan señalado y entrañable como el de ayer, conmemorativo de la primera cosecha en la tierra americana de los padres pioneros de la patria, en muchas familias se derramará alguna lágrima ante los buenos sentimientos de su presidente.

¿Y no demuestra también una gran sensibilidad hacia el género femenino al elegir para el indulto a una pava, y no a un pavo, como se había hecho antes? ¡Qué bello ejemplo para los salvajes que maltratan a las mujeres! Pues, tristemente, EEUU no es una excepción. En la figura de Katie, todas las mujeres se han de sentir homenajeadas.