La felicidad cada día está más inalcanzable. Viajes de todo tipo ofrecidos por innumerables agencias nos rodean por todas partes. Se puede asegurar que estamos viviendo el verano más peligroso de cuantos llevamos vividos porque nadie puede asegurar que mañana no lo envían a uno al punto más remoto de la tierra.

Y el televisivo Ramón García es uno de los causantes de este desaguisado familiar donde nadie sabe dónde va a dormir cualquiera de estas noches. Para animar este cotarro, siempre hay un roto para un descosido, y las grúas están poniendo la guinda del desastre.

Los empresarios de estos artilugios están enfrentados a las aseguradoras pero ya es seguro que éstas no son las que van a pagar el pato, sino los usuarios que por cualquier circunstancia su automóvil los deja tirados en una carretera. En Euskadi son ya varios centenares de automóviles abandonados sobre los que caen a su vez los cacos. Fantástico mundo.

La guinda del pastel la ponen los viajeros que vuelven después de mil avatares. Desde habitaciones llenas de mosquitos y cucarachas, hasta colas infernales, nuestras familias vuelven derrotadas. Cómo estará de desesperada la familia de José María Aznar que se han marchado todos, incluido Alejandro Agag a Cancún.

Creo que la frase de santa Teresa se vuelve a imponer, y es cierto que vivimos sin vivir en nosotros, y que es tal la vida que esperamos que podemos terminar de hoy para mañana en cualquier lugar del universo, matando mosquitos gigantes y cucarachas de todos los colores. La infelicidad está de moda y muy aceptada además.

*Escritor y Jefe del Servicio Territorial de la Consejería de Cultura en Badajoz