WEw n la presentación del informe a la Unesco de la Comisión Internacional sobre la Educación para el Siglo XXI, su presidente, Jacques Delors, insistió en el título del documento (La educación encierra un tesoro) y apostilló: "Frente a los numerosos desafíos del porvenir, la educación constituye un instrumento indispensable para que la humanidad pueda progresar hacia los ideales de paz, libertad y justicia social".

Conviene retener estas palabras para analizar los resultados de la última entrega del Informe PISA relativo a las condiciones educativas que se daban en el 2009 entre alumnos de Secundaria de 65 países, todos los de la OCDE y algunos más invitados. Es el cuarto informe que se presenta desde el 2000 y en todos ellos, con independencia de los resultados obtenidos por cada país o región, queda patente, como decía Delors, que la educación es un activo fundamental para la sociedad y que su ausencia, o la ausencia del valor que le atribuimos, se convierte en un lastre muy difícil de superar.

En el caso de nuestro país, el Informe PISA no trae buenas noticias. España ha salido siempre mal parada de este escrutinio porque deja de manifiesto que un país que se considera a sí mismo entre las diez potencias económicas del mundo, obtiene unos resultados educativos no solo alejados de esa posición, sino mucho peores que otros con niveles de desarrollo parangonables a los que España tenía hace décadas. En concreto, el informe sitúa a España en el puesto 33 de los 65 en comprensión lectora; en el 34 en competencia matemática y en el 36 en competencia científica. En todos los casos, por dejado de la media de los países de la OCDE y de otros como Portugal, Hungría, Irlanda o los países bálticos. Estos resultados son similares a los que reflejaba el informe del 2006, que eran mejores que los del 2003, pero en ningún caso se pueden esgrimir como alivio de que al menos no hemos empeorado. El hecho de que un 20% de los alumnos sometidos al examen de PISA lo haya suspendido y que solo un 3% se encuentre entre los niveles más altos no es como para estar satisfechos.

Una de las particularidades del Informe PISA es que no recoge datos sobre Extremadura. Los alumnos extremeños sí participan de la muestra analizada para el conjunto de España, pero, por petición de la Junta, no en volumen suficiente como para sacar conclusiones específicas de la región. Otras dos regiones, Castilla-La Mancha y Comunidad Valenciana, tampoco reciben datos pormenorizados. Hoy, este diario publica la exigencia de los sindicatos a la Consejería de Educación para que se someta al escrutinio de PISA. La petición no puede ser más pertinente: no hay ninguna razón --salvo la de no querer presentarse a este examen, lo cual sería un síntoma preocupante-- para que nuestra región pierda la oportunidad de conocer qué nivel le atribuye a nuestro sistema educativo la mayor encuesta mundial sobre educación. Es una oportunidad perdida que debería corregirse en la próxima edición del estudio, prevista para dentro de tres años. La educación encierra un tesoro. Las sociedades modernas necesitan saber qué valor tiene ese tesoro y qué parte de él puede mejorarse. Es imprescindible no bajar la guardia --y no perder ninguna oportunidad de conocer qué se está haciendo bien y qué mal forma parte de esa disposición alerta-- para conseguir que las nuevas generaciones estén preparadas, como dice el Informe PISA, para "afrontar los desafíos del futuro".