Cien días después del anuncio de la tregua etarra, ¿estamos donde estábamos? Según quién lo diga o cómo se entienda. Una vez que el presidente del Gobierno ha reafirmado su firme propósito de dialogar con la banda terrorista sobre el planteamiento esencial de que "las cuestiones políticas sólo se tratan y resuelven con los representantes de los ciudadanos", se han podido escuchar las más variadas interpretaciones: desde quienes entienden que se parte y arranca de una exigencia fundamental hasta que es una declaración de vía libre para la declaración de autodeterminación.

Es decir, que no estamos donde estábamos, ni mucho menos. Según parece, hay una aceptación clara de que el diálogo es posible, aunque el proceso iniciado resultará largo, difícil y a lo peor no conduce a ninguna parte, y de que el diálogo con ETA debe dejar al margen cualquier planteamiento político: ésos son los que, en mesa aparte, debatirán los representantes de los partidos políticos con el futuro Estatuto Vasco como razón de ser y centro de sus conversaciones. Es decir, según este doble diálogo, con la banda y sus jefes será preciso determinar cuándo y cómo anuncian su definitivo abandono de las armas, qué pasa con sus militantes-terroristas en activo y qué sucede con sus militantes-presos. Si la generosidad del Estado se aplica a algunas rebajas de penas o a la concesión de algunas prestaciones sociales temporales como desempleados que deberían ser y hasta que se produzca su reinserción en la sociedad. Y punto. Y al mismo tiempo, cabe suponer que Batasuna, acaso con nombre distinto y en etapa radicalmente nueva, sin relación de dependencia con ningún brazo armado, volverá a la legalidad, y consiguientemente, como un partido político más, empezará a participar en los debates para le elaboración del futuro Estatuto vasco, en el que sería deseable la mayor participación y el máximo consenso.

¿Este panorama es posible? No resultará tan sencillo como exponerlo, con toda certeza. Hemos comprobado cómo esos cien días de tregua permanente han sido ocasión para una controversia que ha escindido en dos a la opinión pública: Zapatero ha podido comprobar repetidamente que en el Congreso contaba con todos los partidos exceptuado el PP. Sus reiteradas, insistentes invitaciones para que también el PP se añadiera a ese consenso han resultado inútiles, se cree que a causa de la fuerza que en el principal partido opositor tiene el núcleo más duro: Aznar, Acebes, Astarloa .

XEN CUANTOx a la opinión de la calle, según las encuestas divulgadas, también es mayoritaria la opinión favorable a ese diálogo con la banda, aunque ha venido siendo extraordinariamente activa la oposición política, de las víctimas del terrorismo y de otros núcleos radicalmente opuestos a este paso que unos consideran trascendente y muy deseable y otros la demostración evidente y vergonzosa de una sumisión, entrega y traición inaceptables. Los favorables entienden que la aproximación a la banda y a sus dirigentes es demostrativa de la voluntad de ésta de abandonar su oficio de matar, ejercido durante 40 años. Quienes se oponen al diálogo-negociación consideran que una banda de asesinos ni puede ser interlocutora válida para la representación de un Estado al que ha combatido durante cuatro décadas, ni es fiable, ni es sincera, ni puede ser gratuita, en términos políticos. Sospechan o temen que la necesidad de pactar un nuevo Estatuto dará fuerza al nacionalismo para sacar adelante un texto que pudiera parecerse muchísimo al Plan Ibarretxe.

*Periodista