Nos cruzamos con ellos en la calle, viven y trabajan a nuestro lado- "ya son uno de nosotros", dice un spot de Cáritas española. En casi todos nuestros pueblos y barrios hay alguna familia inmigrante. Quizá vino primero el padre o la madre y, en cuanto les fue posible, se trajeron a los niños y, tal vez, a los abuelos y otros parientes.

Sólo en la ciudad de Cáceres hay más de dos mil inmigrantes empadronados. El primer lugar lo ocupan los marroquíes (más de trescientos), le siguen los colombianos (algo más de doscientos) y ecuatorianos (unos ciento noventa)- El trabajo en los hogares, el pequeño comercio, la construcción, las faenas agrarias- precisan mano de obra extranjera y, como ya se ha dicho, "buscábamos trabajadores pero llegan personas", hombres y mujeres como nosotros, con sus creencias, su cultura- y sus familias que les esperan en su país o que ya han podido reagruparse.

XA ESTOx se refiere el mensaje que Benedicto XVI ha divulgado con ocasión de la 93. Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado que se celebra este año el 14 de enero. También los obispos de la Comisión Episcopal de Migraciones han hablado de la familia emigrante que "reviste una especial importancia por el determinante papel que la misma ocupa en la vida de las personas, en la sociedad y en la Iglesia. En la emigración, la familia sufre por las especiales dificultades que vive, como separación, desarraigo, barreras de todo tipo para la reagrupación, aprendizaje de nuevo idioma, inculturación, adaptación al nuevo ambiente, integración en la comunidad de fe-".

Dicen los obispos que "los inmigrantes católicos han de sentirse desde el primer momento en la Iglesia del país de acogida- como en su propia casa, en su familia- ("Una sola famila", reza el eslogan de este año). Lo ideal es que no sólo sean objeto de nuestra acción social y caritativa sino que lleguen a convertirse en sujetos activos, en la pastoral y en la vida de la Iglesia local, plenamente integrados, conservando su carácter específico.

Los inmigrantes no cristianos son también destinatarios de la misión evangelizadora y de los servicios de la Iglesia y de los cristianos. A ellos han de ir destinados también los servicios que la Iglesia realiza de acogida, acompañamiento y por la defensa de sus derechos".

Compete a las administraciones públicas establecer normas justas y medidas adecuadas, que defiendan y tutelen la dignidad y los derechos de los inmigrantes y de sus familias. Pero el quehacer no es sólo de las instituciones, todos los miembros de la sociedad debemos ver a los inmigrantes y sus familias no como una carga o un peligro, sino como una riqueza para nuestra sociedad y a acogerlos cordialmente, atenderles y facilitarles su pacífica y enriquecedora integración.

*Delegado Diocesanode Migraciones de Coria-Cáceres