WEw s cierto que malos políticos los hay en todas partes del mundo, pero desde luego muy pocas veces en una democracia consolidada hemos visto tanta irresponsabilidad, fanatismo e insensatez como la que han desplegado los representantes del Tea Party hasta poner a la primera potencia del mundo al borde del precipicio; es decir, al borde de la quiebra con su negativa de elevar el techo de la deuda.

La crisis que vive en estos momentos Estados Unidos con la clarísima intransigencia republicana ultrarradical no es una crisis económica, pese a la fragilidad que marcan todos los indicadores. Es más bien una crisis política que, se resuelva como se resuelva, habrá deteriorado sin discusión y de forma clara la confianza de los ciudadanos en el Estado. Cuando los soldados en Afganistán le preguntan al jefe del Estado Mayor Conjunto, Mike Mullen, si van a cobrar a fin de mes y este no puede responder, quiere decir que la confianza ya hace aguas.

Perjudicará también a la lenta recuperación económica del país, que, según los expertos, puede volver a entrar en recesión. También erosionará el prestigio de la primera potencia y su capacidad de actuar en un mundo donde cada vez escalan más puestos los países emergentes.

Pero todo esto no importa lo más mínimo al sector ultra del Partido Republicano. Aun siendo una pésima forma de hacer política, el tacticismo puede dar resultados en un plazo no ya corto sino inmediato.

Y, aunque la crisis no está resulta, el Tea Party ve cómo su intransigencia funciona. Con ello ha obligado a los demócratas a ceder en sus posiciones acercándolas a los postulados radicales en busca de un acuerdo.

Otro de los objetivos ultras es el presidente Barack Obama. Cierto es que la fragilidad económica, así como las varias guerras abiertas, han obligado al presidente a incrementar el gasto y a causar mayor déficit. Pero los radicales están consiguiendo responsabilizarle del fiasco cuando el aumento del techo de la deuda es responsabilidad única y exclusiva del Congreso.

No es la primera vez que Estados Unidos debe aumentar el límite de su deuda. En realidad, lo ha hecho en numerosas ocasiones sin que nunca se hubiera abierto ninguna crisis como la que se ha producido en estos momentos.

La diferencia está en que ahora en el Congreso hay un poderoso grupo que adolece del más mínimo sentido de Estado y le sobra testosterona anti-Obama, antidemócrata y antiadministración pública.