De título homónimo, la obra de Milan Kundera ‘La insoportable levedad del ser’, la novela plantea la idea del eterno retorno de Nietzsche, por el que todo lo que se ha vivido se repite eternamente pero de un modo diferente, no tan efímero como la primera vez, cada vez con más experiencia, vivencia, sobriedad y pragmatismo, pero inevitablemente repetido en sus errores, cada vez menos, porque menos duele.

Esa es nuestra insoportable levedad, la de tras sufrir error tras error, no nuestro, de nuestros administradores, a los que con ilusión nos confiamos y con desilusión recibimos promesas incumplidas, ilusiones rotas y confianzas traicionadas. Aun así seguimos queriendo enamorarnos cada ciclo buscando esa estabilidad, como en la obra, pero de la que sólo encontramos el eterno retorno, la misma realidad con variaciones.

Tanto docentes como sanitarios, principalmente, y disculpen el resto, que también se lo merecen, durante este tiempo de pandemia y confinamiento hemos demostrado la dedicación y esfuerzo que sólo el amor a nuestra profesión y una vocación profesional sin límites en aras de nuestros beneficiarios, alumnos o pacientes, poseen aquellos que perpetuamente confían en encontrar una y otra vez la correspondencia merecida, sin pedirlo, sin exigirlo, dando antes que recibiendo.

Tristemente volvemos a encontrarnos con la ruptura y el desamor. Cuanto más demostramos que los servicios públicos funcionan por sus trabajadores y no por sus administradores, por su vocación y no por su estricta obligación, superada con creces por nuestra devoción a nuestro trabajo, más se alejan nuestras políticas de la inversión y el reconocimiento debido a nuestros abnegados funcionarios públicos.

El nuevo curso escolar para los docentes, y el año natural para los sanitarios, se nos antoja alentador en cuanto a puestos de trabajo a cubrir, pero la realidad no es la que se nos presenta. Durante un año por causas excepcionales, las plantillas pueden subir tanto como los ingresos extraordinarios para adaptarnos a la nueva normalidad nos permitan los ingresos del Gobierno central, pero apostar por los servicios públicos, por la pública, con mayúsculas, es la inversión regional en plantilla estructural, plantilla orgánica para nosotros, que es lo que da trabajo estable y afianza dichos servicios.

Nuestra insoportable levedad, la de docentes y sanitarios, es la repetición al olvido que ha supuesto no aplicarnos el 2% en nuestras retribuciones que goza el resto de España, o no reforzar estructuralmente, sólo coyunturalmente, y veremos durante cuánto tiempo, que el que avisa no es traidor, la Sanidad y la Educación Pública, traición a ese amor desinteresado a nuestra profesión. La historia se repite, por desgracia.

*Maestro.