Es posible que nunca lleguen a protagonizar ninguna de las acciones promocionales del proyecto Cáceres 2016 y que la capitalidad cultural que se pretende alcanzar les quede un poco lejos, porque para ellas lo más importante es seguir estando y haciendo lo que han hecho durante toda la vida. Me refiero a muchas personas que como Chelo Sánchez , una librera de una céntrica calle de esta ciudad con la que me he topado un par de veces, derrochan cultura y humanidad, y son una excepcional carta de presentación para cualquier ciudad que aspira a lograr tan distinguido galardón. Desconozco el peso que pueda tener en la decisión final el componente humano, ese valor intangible que se ignora en muchas ocasiones y que para mí es uno de los que más fortaleza y diferenciación le puede generar a la candidatura cacereña. Está muy bien que cualquiera que se acerque a esta ciudad pueda disfrutar de su patrimonio arquitectónico, de sus rincones, de su gastronomía y de cualquiera de las muchas posibilidades que forman parte de su cultura. Pero, al menos a mí, y no sé si también al jurado que pueda tomar la decisión al respecto, una de las riquezas y joyas que tiene esta ciudad y Extremadura, es sin duda su gente, su cercanía y su facilidad para transmitir esa otra cultura, la de la vida, la que sólo puede adquirirse en la calle, en una tienda o en cualquier rincón de esta ciudad, a coste cero.

La reciente visita de César Antonio Molina a la capital cacereña y las declaraciones efectuadas sobre las grandes posibilidades que esta ciudad tiene son alentadoras e ilusionantes. A estas alturas y dado el gran nivel del resto de ciudades que trabajan por la misma causa, se han de doblegar los esfuerzos para fortalecer esa candidatura y es, precisamente en el aspecto humano donde con un buen plan de marketing y con una mayor implicación y concienciación de la ciudadanía, de Cáceres y del resto de Extremadura, el logro de tan importante reto puede estar mucho más cerca.