TAtl oír y leer los motivos que a ciertos jóvenes integristas musulmanes les lleva a autoinmolarse, pensando en su cielo prometido y en la necesidad de purificar este infierno terrenal, no puedo por menos que acordarme de las arengas que nos echaba el capellán militar del Sector Aéreo de Las Palmas, cuando hice --hace tres décadas-- la mili. "Nada temían más los rojos --declamaba el sacerdote/coronel-- que a un requeté recién comulgado. Así lo declaraban los que sobrevivían a los ataques de estos jóvenes tocados por la gracia del Señor". Y apostillaba: "El valor que da la comunión es invencible". Jamás creí que tuviera que ver y oír nada parecido, aunque en realidad viene de viejo: las degollinas del Antiguo Egipto faraónico, las purgas del Imperio romano, las cruzadas medievales, las guerras de religión de la Edad Moderna...

Así es el integrismo religioso, que en la comunión con su dios ve siempre un camino cadavérico de infieles, a los que se ejecutaron como forma de allanar el sendero hacia la eternidad gozosa de los puros.

*Historiador y concejalsocialista en el

Ayuntamiento de Badajoz