Además de hazañas bélicas en Irak y de la designación del Elegido por el Dedo Providencial para ser su sucesor, pasan otras cosas, a las que hay que prestar atención. Vean, si no, lo que ha ocurrido en EEUU con un pedrusco de 2.500 kilos, que planteaba un conflicto constitucional.

No era un pedrusco cualquiera. Quería ser un monumento a los 10 mandamientos, los que dicen que Yavé entregó a Moisés en el Sinaí. El juez Roy Moore, presidente del Supremo de Alabama, podía habérselo colocado en el jardín de su casa y aún estaría allí. Pero mandó ponerlo frente a la institución judicial, lo que un juez federal juzgó violación del principio constitucional de separación entre la Iglesia y el Estado.

El columnista está de acuerdo con la orden de quitar la piedra del lugar, pero se pregunta cuándo un juez federal ordenará a Bush que no tenga siempre a Dios en la boca, porque está violando el principio de que se debe separar lo que es del Señor y lo que es del César. Costará, pero uno no se resigna a creer que esto no pase. Quizá si se presionara a la Corte Suprema se ganaría algún tiempo. Mientras, celebrará el feliz desenlace del caso retirando el pedrusco, pese a la terca y santa oposición de los integristas cristianos, que se han pasado dos semanas rezando ante la piedra.

Conviene que se sepa que también hay cristianos iluminados por el ultrafanatismo y que el integrismo no es exclusivo de algunos creyentes de Alá. El Dios de las barbas también los tiene y son tipos de mucho cuidado, tal como en España, en alguna época, se pudo comprobar. Uno no está muy seguro de que ya no los haya.