TUtltimamente he visto por segunda vez dos películas de esas que se clasifican catastrofistas y quizá no sean merecedoras de una buena crítica por parte de un buen crítico de cine. Son dos obras cuyos efectos especiales seguro que se han llevado la mayor parte de su presupuesto; pero su guión ha debido salir baratito. Sin embargo, los guionistas de ambas han aprovechado para lanzarnos en sus finales mensajes que a mí me han incitado a reflexionar sobre lo inteligentemente torpes que somos los seres humanos.

Una de estas películas es "Terminator 3". En su final una voz en "of" nos advierte de que el ser humano ha creado máquinas para defenderse de no se sabe quién, y, paradójicamente, éstas terminarán destruyendo al ser humano. La segunda película se titula "2012" y nos muestra, valiéndose de espeluznantes escenas catastrofistas, cómo podría ser el final de nuestra civilización. La película termina presentando un amanecer sobre un pacífico océano en el que flotan tres grandes arcas construidas en secreto por los chinos, encargadas por ricos riquísimos y líderes mundiales para salvarse del cataclismo, provocado por ellos mismos. Estos y miles de ciudadanos VIP serán nuevos habitantes de Africa, único continente no destruido.

XA VECESx los avisos de que el género humano está siendo inteligentemente torpe vienen de películas no aptas para cinéfilos intelectualoides.

Hace unos días Corea del Norte ha probado la bomba de hidrógeno y ha provocado un seísmo de 5,1 en la escala de Richter. Las pruebas con armas de destrucción masiva son frecuentes por parte de varios países en este planeta que alguien nos dio para que viviéramos en paz, y sin embargo ese alguien nos dotó de una inteligencia tan torpe que la estamos utilizando para vivir en una guerra constante.

Cabe preguntarse cuántas vidas salva una pistola, y por el contrario, cuántas muertes inocentes ocasiona.

Tengo un perrillo de 6 meses en casa al que estoy educando valiéndome de mi superior inteligencia. A veces pienso si no sería mejor dejarme llevar por su instinto e intentar que él me educara a mí.