En Barcelona se ha inaugurado un monumento a las víctimas de los bombardeos fascistas que sufrió la ciudad durante la guerra civil; ayer se presentó en Madrid un libro sobre Julián Grimau, y por toda España se excavan fosas en busca de los fusilados de un solo bando, pues los otros ya tienen desde hace años sepulturas decentes. Se levanta una escultura y se escribe un libro, y, al desenterrarse huesos, se desentierra la memoria.

Se preguntará el señor Aznar por qué hay gente que se interesa por estas cosas, que sucedieron hace tantos años. Debe creer que si ahora renace el interés por la guerra civil es para fastidiarle a él, porque saben que su abuelo Manuel escribió un libro que daba la razón a Franco y a sus generales golpistas. Una vez lo leyó y le pareció que les estuvo bien empleado a los rojos lo que les pasó.

Ha reflexionado mucho sobre este raro fenómeno de recuperación del interés por lo que sucedió hace más de seis décadas y ha llegado a una conclusión: no puede haber surgido espontáneamente y ha de existir alguna maquinación. Cosa del señor Llamazares ha de ser, sobre todo en lo concerniente al libro, pues no se olvide que Julián Grimau era comunista como él. En tanta rememoración del pasado puede estar también la mano del señor Rodríguez Zapatero. Pero no por separado, sino unidos, en la coalición maligna que preparan, que sería como el Frente Popular de 1936, al que Franco, tal como escribió el abuelo, tuvo que parar los pies. Ahora ni hará falta un general, pues para algo está él. Para destapar la trama de la recuperación de la memoria, cualquier día encargará que investigue el nuevo Cesid.