Dicen en los aledaños de La Moncloa que Rodríguez Zapatero ha decidido meter en la nevera su discurso de retirada. Dicen que se lo ha pensado dos veces, concluyendo que decirlo cuando había previsto decirlo --en el primer Comité Federal anterior a las elecciones del 22 de mayo--, le habría convertido en un interino al frente de una presidencia del Gobierno devaluada.

Más allá de lo tornadizo del personaje, la verdad es que no me ha sorprendido el cambio. Sabíamos por los clásicos que la guerra es la partera de la Historia y una de las primeras novedades de la nueva situación es que ya que España participa en contra de Gadafi en la guerra civil de Libia, Zapatero haya decido no mover ficha. Aunque fue el propio Zapatero el fundador del colegio de cabalistas acerca del futuro político de ZP (recuérdese la copa de Navidad en la que habló de la tríada que estaba en el secreto), ahora ya se ha olvidado de aquello, y, a modo de ventrílocuo, pone en boca de alguno de sus voceros un reproche contra quienes especulan con el desenlace del culebrón político que en las últimas semanas nos ha venido distrayendo de los verdaderos problemas del país. Porque esa es otra: no creamos empleo y más de cuatro millones y medio de españoles están en el paro. Luego está la situación de Portugal. Ya sabemos que España no es Portugal, ni es Grecia, ni es Irlanda. No estamos tan mal, pero tampoco estamos bien. Y la política no ayuda. No ayuda porque parece que los agentes económicos están esperando a que sea el PSOE quien desguace nuevas capas del Estado del bienestar para que cuando llegue el PP (el pronóstico está en todas las encuestas), se encuentre hecho el trabajo que más impopularidad despierta.

En fin, Zapatero ha cambiado de idea y aplaza el anuncio de su renuncia a ser el candidato porque hacerlo ahora con Libia y Portugal en su agenda sería incongruente. Ya digo que tiene su lógica; cosa diferente es lo que puedan pensar los Barreda, Vara y demás barones socialistas a quienes el próximo día 22 de mayo los electores van a juzgar. Y no será por su trabajo. Porque lo que van a juzgar es la gobernación de Rodríguez Zapatero.