El El que la peligrosidad avance y la seguridad ciudadana retroceda hace que muchos ciudadanos pidan la cadena perpetua. Hasta cierto punto es una respuesta lógica frente a la alarma creada por personas que reinciden en hechos atroces. Pero el problema es mucho más complejo que un mero incremento de penas. Considero, pues, que el internamiento en prisión debe ser el justo y necesario para su rehabilitación y reinserción social. Tanto las penas largas como las cortas son igualmente inútiles al no permitir un tratamiento adecuado. Antes de aumentar las condenas privativas de libertad, habría que analizar el fracaso rehabilitador de las penas de prisión y su alto coste, las medidas preventivas, los planes educativos, el sistema productivo de exclusión- Quizás tengamos que hacer más hincapié en la responsabilidad por el daño producido, no en la venganza, desde una justicia más reparadora, que no olvide a las víctimas por el mero hecho de que la persona ya ingrese en prisión.

La realidad es la que es. Las prisiones están desbordadas de drogodependientes, enfermos mentales, asesinos, violadores, estafadores-; la población en los módulos es de lo más heterogénea, por lo que la rehabilitación es prácticamente imposible. Tal vez habría que buscar medidas alternativas a las penas de prisión. Otros internamientos más apropiados, no por ello menos exigentes en la reparación a la víctima. La cárcel no es un sitio adecuado para un drogodependiente o enfermo mental. El hacinamiento, en algo que exige un tratamiento individualizado, dificulta enormemente la reinserción del penado, puesto que se deben diferenciar tratamientos.

La reincidencia, el fracaso durante los permisos, es un fallo del sistema. Habría que examinar hasta qué punto el tratamiento dado ha sido eficaz, reparador y preparador para la libertad del individuo. Como también deberíamos cambiar un sistema educativo incapaz de frenar la delincuencia entre adolescentes y de poner paz en las aulas. Hace tiempo que urge remodelar nuestros modelos educativos a fin de que lleven a las personas a valorarse más por lo que son que por los dominios cosechados y por el poderío conseguido a cualquier precio. Al fin y al cabo, cada persona que llega a la prisión es un fracaso de toda la ciudadanía. En consecuencia, el delito es propio y como tal debe pagarse a la víctima de por vida; mientras que la pena es general y la debemos saldar toda la sociedad que vive de espaldas al fenómeno de las prisiones.