TEtl partido de rivalidad en nuestra sociedad es el que suscita cada año el de las banderas, el de la controversia de la utilización política, más que el de la intervención pública, por causa de incumplimiento legal alguno. Esta es la cuestión. La historia del derecho deportivo de nuestro país, significativamente, nos define un marco normativo muy afecto, en sus orígenes, antes de la democracia al propio régimen.

Y de hecho, los aficionados al fútbol podrán recordar aquella Eurocopa, -anterior a la de 1964 en la que la Selección española se alzó con el triunfo-, en la que habiendo llegado a los cuartos y como tenía que jugar en Moscú frente a la selección de la URSS, el dictador Franco prohibió ese viaje y España no pudo competir en esa otra Eurocopa. Traigo esto aquí, a pesar del tiempo y de la realidad tan radicalmente distinta, porque, a veces, a una le da la impresión de la utilización política e interesada del deporte. Recuerdo horas antes del partido de la final de Copa del Rey, jugada recientemente por el Barcelona y el Sevilla, aprovisionándonos en las inmediaciones del estadio, unas sevillistas increpaban a los barcelonistas por no ser español. Algo que poco tenía que ver con el juego en el Estadio y mucho menos por el fútbol. Alguien contestó de los aficionados al Barcelona, yo hablo de fútbol y no de política.

Pues bien, resulta triste y las que estuvimos en el campo observamos que de la polémica trascendió poco, solo el griterío de los de siempre. Que no se puede impulsar medidas coercitivas si aquellas tienen más que ver con el concepto de la libertad de expresión, que con otros hechos punibles. Que en nuestro país no hay una ley de prohibición taxativa de símbolos, que podríamos denominar ofensivos, como existe en nuestro derecho comparado y esto es una realidad. Que deberíamos distinguir todos aquellos que nos apasiona el deporte de lo que es deporte y de lo que constituye zonas aledañas a la utilización de los eventos deportivos. En lo que se cae a veces cuando se mal interpreta lo que es una acción de intervención pública, por interés general; y lo que pudiera resultar como una utilización política de un evento de trascendencia pública-deportiva.

La legislación española del deporte, en materia de violencia y prevención de la misma, tiene desde 2007 una norma clara en lo que respecta a hechos que constituyen el ejercicio de la violencia, ejercida en espectáculos y eventos deportivos. No es la ley del deporte, como se ha señalado desde muchos medios, sino una ley contra la violencia, xenofobia y todo tipo de discriminación en causa y por el deporte.

Lo que sí parece haber cambiado, y a eso traigo el efecto de la utilización política es la presencia colorida en los palcos de fútbol. Ahí en esa foto parecen siempre coincidir los dirigentes políticos de todas las épocas, los de la retroacción y los que estaban al margen del sistema. En la foto del palco del fútbol caben todos. Y me parece bien porque en lo que se puede estar de acuerdo es en el hecho de la capacidad de concitar encuentros de todos los dirigentes políticos, independientemente de sus afiliación, aunque yo pondría el pero de siempre, ¿por qué en el fútbol acuden todos?, y en otros eventos deportivos tratándose de otro deporte no aparecen para ni siquiera la foto.

XDE AHIx que esa foto del palco, sin duda, parezca tener más que ver con la política que con el deporte. Y los que nos gusta esto del deporte, por encima de todo, no entendemos bien que se mezclen los colores políticos, con las jugadas, desmarques, remates y paradas de los verdaderos protagonistas, que son los jugadores. Y en ese partido, tengo que reconocer que hubo un jugador, que sí creo que concita consensos, como fue Iniesta , que brindó una verdadera lección de deportista, y de excelencia como profesional del fútbol. Sería bueno, por tanto, que no se utilizara el maniqueísmo político o de insinuaciones nacionalistas para mezclar con el deporte, porque no es bueno, ni recomendable; y mucho menos sano para muchos chicos y chicas que estuvieron en el campo, o vieron el partido por la televisión y pudieron testificar estos comportamientos, porque la rivalidad nunca debiera trascender al hecho deportivo en sí. Lo que se produce en el campo obedece a una estrategia del juego, y los que lo practican son profesionales del mismo.