No creo que descubra aquí América si constato que las hojas de reclamaciones que se dirigían a la Consejería de Consumo de la Junta de Extremadura (ahora Instituto de Consumo, de la Vicepresidencia primera) para protestar por los abusos cometidos contra los usuarios por parte de negocios o empresas, no servían para mucho más que para patalear por el agravio sufrido, y molestar un poco a la empresa infractora. Pero siempre quedaba la esperanza de que, por lo menos, darían un pequeño tirón de orejas al que abusaba de los ciudadanos-compradores.

Lo que justifica esta carta de protesta es constatar que, ahora, ni siquiera se molestan en disimular y hacer como que hacen algo; como que, verdaderamente, les importa el consumidor y velan por proteger sus intereses.

Si usted pone una reclamación de cualquier tipo se encontrará con que le contestan (ya ni siquiera se molestan en certificar la carta), que ya han puesto en conocimiento de la empresa el asunto, para que mejoren el servicio. Y se quedan tan panchos, oye. Si la empresa ya lo sabe. Si ya se ha encargado el usuario de comunicárselo por activa y por pasiva para que lo corrija y la hoja de reclamaciones ha sido el último recurso. Si la empresa se queda con una copia de esa hoja de reclamaciones-

Esta actuación tan profesional por parte del Instituto de Consumo de Extremadura nos lleva a pensar a los consumidores que no sólo estamos totalmente desprotegidos contra los desmanes y abusos que los vendedores de cualquier servicio quieran cometer contra nosotros, sino lo que es peor, ¿qué demonios pinta en la administración un organismo que no hace su trabajo, ni nada de nada, y que sólo sirve para gastar el dinero de los contribuyentes, no se sabe muy bien en qué?

Sandra Guzmán González **

Mérida