La foto de José María Aznar autocomplacido, sujetado por el hombro por Gorge W. Bush, y en compañía de Tony Blair , ha cumplido cinco años. Los reflejos de este retrato se sienten en la catástrofe humanitaria en la que vive la población de Irak: todos los estándares de vida se han evaporado; los muertos no se pueden contabilizar, Al Qaeda tiene un laboratorio de pruebas para el terrorismo internacional y la región es más insegura que nunca. Un verdadero éxito.

Los protagonistas de aquella hazaña se van evaporando discretamente. Sólo queda en activo el presidente de Estados Unidos con una de las tasas de impopularidad más grandes desde la fundación de la nación. En el Reino Unido, Gordon Brown acaba de prometer una investigación sobre los errores de Irak. Nadie defiende aquella decisión que vulneró el derecho internacional salvo sus protagonistas.

El contencioso de Israel con Palestina, que era uno de los reclamos de aquella decisión, sigue más enconado que nunca mientras Irán se ha convertido en el verdadero problema de la región y probablemente del mundo. Afganistán corre peligro de volver a convertirse en un santuario talibán mientras los países que son miembros de la OTAN no se ponen de acuerdo en el suministro de tropas necesario para dar la vuelta a una guerra que se está perdiendo. Afortunadamente, la llegada de José Luís Rodríguez Zapatero a La Moncloa sacó a España de la guerra de Irak y deshizo el compromiso adquirido por José María Aznar en la reunión de las Azores.

No se vislumbra ninguna solución a la crisis de Irak y la reconstrucción anunciada no aparece por ninguna parte. George W. Bush trata de agotar su mandato sencillamente dejando pasar el tiempo para que su sucesor busque una solución que él no ha sido capaz de encontrar. Ninguno de los que auspiciaron esta catástrofe tiene elementos para defender la decisión que tomaron. Si lo hacen con la boca pequeña es sólo por la condición que tienen los políticos de ser incapaces de la más elemental de las autocríticas.

*Periodista.