No somos Irlanda! musita Elena Salgado a quien todavía la escucha, ¡no somos Irlanda! plañe en sonrisa agria Trinidad Jiménez , ¡no somos Irlanda!, dicen los banqueros, los expertos financieros, Zapatero , mientras busca desorientado el sitio en la cumbre de la OTAN y hasta la señora de Cospedal , con su habitual gesto mustio repite profesoral que no somos Irlanda. La gente de la calle sospecha que es una verdad ontológica y demostrable, pero irrelevante. Si conviene a los Mercados, ese ente chantajista y perverso, se extenderá el contagio. Se abre bajo los pies de los profanos en Economía, que somos casi todos, un abismo insondable, mas seguimos con nuestra vida diaria cada vez más conscientes de que nada de lo que hagamos importa nada. Mientras, sufrimos impotentes en nuestra amada ciudad cómo cierra el Gran Café y Jose Luis en la calle San Pedro de Alcántara, cómo se reproducen cual chinches en otras vías los carteles de "se traspasa", los heroicos comercios que resisten están desiertos, las calles siguen rotas, las obras parecen abandonadas a la mitad o el anunciado a bombo platillo adecentamiento del antiguo matadero se paraliza entre escombros. La vida es breve, amo a los míos, se acerca la Navidad y por encima de todo me resisto a que la macroeconomía amargue mi complicada existencia cotidiana. Por eso en esta ciudad postrada me ilustro con anécdotas jugosas de la campaña electoral catalana. Aparte de penosos o hilarantes vídeos orgásmicos, lo más revelador me parece el cabreo sordo, edulcorado y cursi de los nacionalistas de toda condición. Critican la insólita osadía de los líderes "españoles" al participar en "su" campaña. No quieren a ZP, Rubalcaba, Rajoy, González ni Aguirre . Entre la alarma y el pasmo contemplo en esa bendita tierra a sesudos caballeros, que probablemente se alcen con la victoria y escucho su palatal discurso anticuado y excluyente, mientras se miran el catalán ombligo, incapaces de aceptar que en este mundo globalizado su elitista empecinamiento es ridículo e insolidario.