Periodista

Los periódicos regionales suelen ser muy parecidos. Si se repasan en estos días, se podrán leer noticias semejantes: siempre hay un Ave a punto de pasar, una autovía en un tris de inaugurarse, algún equipo de rugby o de pelota vasca que no encuentra financiación, varias fosas comunes, un plan de peatonalización y un par de chicas espabiladas que han montado una empresa que comercializa helados de dátiles, fabada en tetrabrik o preservativos con sabor a Nesquik.

Hay sin embargo una sección de los periódicos única. Se trata de las Cartas al Director. En los demás apartados puede notarse cierta globalización de las noticias, o una influencia similar de los gabinetes de prensa, o una dependencia mayor o menor de las agencias. Pero en las cartas al director no hay trampa ni cartón. Los lectores se explayan sin cortapisas y proporcionan informaciones sobre las regiones o los países que ningún sociólogo debiera desdeñar. Uno lee las cartas al director de un diario de Gerona y enseguida nota el seny : no hay ataques directos, no se vitupera con afán, no se descalifica graciosa y despóticamente... En cada renglón se vislumbra una invitación al pacto, un asomo de equilibrio, un matiz, una razón... Y aunque se recurra a las descalificaciones personales, no suelen ser éstas definitivas ni absolutas, como si no se quisieran cerrar todas las puertas del reencuentro.

Leyendo La Voz de Asturias de Oviedo, las cartas al director rezuman ironía, ataques picantes y mordaces, pero que no van a la yugular ni se preocupan antes de hacer sangre que de sugerir maldades ocurrentes. En Galicia, la retranca rebosa en las cartas; en Italia, no falta nunca en las misivas la finezza . Generalizando, se trata de cartas duras, a veces muy duras, pero cuyos lectores cuentan hasta diez antes de disparar y, sobre todo, disparan disimulando y siempre dejan la puerta entreabierta por si alguna vez hay que echar marcha atrás y acudir en busca de quien hoy se denigra.

En Extremadura, sin embargo, las cartas al director no son así. Aquí, palo y tentetieso. El estilo directo y tremebundo de gran parte de estas cartas convierte la sección en la más divertida y espectacular de cuantas he leído en la prensa española. Dejando a un lado los numerosos escritos irónicos, sutiles y líricos, que los hay y en abundancia, este gusto por la sangre epistolar me parece un trasunto de la tendencia de la vida política extremeña hacia la confrontación, la crispación y la incapacidad pactista.

Leo las cartas y me parece estar oyendo a este alcalde o a aquel diputado. Repaso las descalificaciones ad hominem y me asombro de la capacidad de muchos extremeños para cerrar puertas, crearse enemigos y romper puentes. Es cierto que prefiero como oponente a un extremeño que viene de frente antes que a un embaucador traicionero. Pero cuando observo la incapacidad de nuestros gobernantes para pactar la televisión o el tribunal de justicia y cuando me asusto ante el cariz que está tomando la precampaña electoral en Mérida, me apena que no tengamos más ironía, más seny , más retranca, más finezza y menos tremendismo.