En ninguna biblioteca burguesa de hace 50 años (no solo española sino también francesa o inglesa) faltaba aquel título, Yo elegí la libertad , cuyo autor, Victor Kravchenko , fue el más popular de los comunistas arrepentidos. Había muchos otros, aunque los más célebres son George Orwell, Arthur Koestler y Victor Serge . Ellos fueron los primeros en dar cuenta de las atrocidades estalinistas, con feroz indignación de los intelectuales europeos. A medida que se ampliaba la información sobre la URSS fuimos sabiendo que no solo decían la verdad, sino que se quedaban cortos.

También las vidas de estos personajes fueron novelescas. Perseguidos por la policía política comunista, calumniados por la prensa de izquierdas, no tenían más refugio que los círculos derechistas que se aprovechaban de ellos. Mantener la independencia les costó a muchos el suicidio, la salud mental o la marginación.

Se edita ahora un curioso libro, El conspirador (Galaxia Gutenberg), cuyo autor es otro fascinante converso, Humphrey Slater . Fue una novela muy vendida e incluso se llevó al cine en 1949 (con los dos Taylor, Elizabeth y Robert ), aunque luego cayó en el más absoluto olvido. La trama narrativa es una excusa sagaz: un agente comunista infiltrado en el Ejército británico se casa sin pedir permiso al Partido. Esta decisión (la única que ha tomado libremente en su vida) se mostrará demoledora. Lo que a Slater importa es describir el mecanismo de los servicios secretos soviéticos y su abyección ética. Los conocía muy bien. Es más que probable que formara parte de esos servicios cuando participó como brigadista en la guerra civil española.

La narración del totalitarismo aplicado a la vida cotidiana es magistral y el lector constata que esa fe en una Verdad suprema por encima del individuo (la Revolución, el Partido, la Patria), instancia teológica que exige sacrificios humanos, se mantiene en la actualidad con excelente salud y nuevos nombres. Slater murió en España en 1958 en eso que se suele llamar extrañas circunstancias.