Imagino que los lectores habrán intuido que la Isabel a la que me refiero, no es otra que la protagonista de la serie de televisión, que cada lunes nos trae a casa la ficción grabada el pasado año en la ciudad de Cáceres. El martes, mientras daba clase a los alumnos de la Universidad de los Mayores, y les hablaba de los árboles monumentales de Extremadura, me refería a la vieja higuera del Palacio de Carvajal, cuando varias de mis veteranas alumnas comentaron que habían visto la noche anterior el citado árbol en la serie de televisión.

Cierto es que la mencionada serie sin duda puede ser una buena plataforma para dar a conocer la ciudad a los que no son cacereños, siempre que seamos capaces de hacerles ver que el plató de la serie es, entre otros, la ciudad monumental de Cáceres; sino es así, solo servirá para que aumentemos nuestra autoestima y el orgullo de ver nuestra ciudad en la televisión.

Considerada como un verdadero plató de cine, desconozco el número exacto de películas grabadas en Cáceres, pero seguramente se sobrepase el centenar, al que habría que sumar buena parte de los documentales, series, y cómo no, anuncios y spots publicitarios grabados en los últimos años. Directores, realizadores y productores coinciden en la calidad de la ciudad antigua como escenario, excluidos algunos elementos a los que convendría nos planteásemos buscar un nuevo emplazamiento, que no suponga que cada vez que vamos a grabar un film, haya que taparlos o disimularlos con cartón piedra para evitar lo que realmente hacen: distorsionar la ciudad y el discurso interpretativo de la visita.

XESPERO QUEx nadie me fusile por plantear que sería bueno buscar un nuevo emplazamiento para la escultura de San Pedro de Alcántara, una obra magnífica de Pérez Comendador , colocada en una época en la que el laicismo brillaba por su ausencia o era duramente perseguido por su presencia, y que bien merece un nuevo emplazamiento por el valor de la escultura, por su autor y por su representación, ya que se trata del patrón de Extremadura. Creo que con su traslado se haría un gran favor a su figura y, por supuesto, a la visita a la ciudad antigua, ya que aunque siempre contemos la anécdota del pellizco al pie del santo y la curiosidad de que la cabeza del mismo sea la de su escultor, a la gente le chirría la instalación en ese lugar igual que a los directores de cine.

Perdonen esta licencia ya que yo a lo que iba, es a hablarles de las higueras de Carvajal, sí, digo higueras, ya que el palacio tiene un magnífico ejemplar en su jardín trasero y otra creciendo en su preciosa torre redonda. De la higuera del jardín suelen comentar los guías turísticos, que es un árbol milenario, algunos precisan más y fijan en 1040 los años del ejemplar, algo absolutamente incierto ya que difícilmente sobrepase los doscientos cincuenta años. Sin embargo independientemente de su edad, se trata de un precioso árbol de tronco nodular, y epidermis grumosa, que llama poderosamente la atención y que a pesar de estar en un estado de regresión, está autorejuveneciéndose en los últimos años con una nueva higuera que crece en el interior del viejo tronco.

De la higuera de la torre de la calle Amargura, lo más curioso es conocer el motivo por el que encontramos higueras creciendo en los mechinales de los edificios antiguos o de la muralla. Su increíble localización se debe a que en esos lugares, suelen nidificar grajillas que transportan higos o brevas a sus nidos, dejando en ellos algunas semillas que, si disponen de humedad suficiente, pueden germinar y crecer, dando lugar a una nueva higuera en tan elevado emplazamiento. Cierto es que suelen poner una nota de color y vida a las piedras de nuestros viejos edificios, y también que si su crecimiento continúa suelen causar daños a los mismos. Ya ven, otra historia de película.