WPw or primera vez desde la abolición del califato por Ataturk (1924), la República turca tiene como presidente a un devoto musulmán, Abdulá Gül, que concita la hostilidad del ejército, guardián histórico de la ortodoxia secular, y de las minorías europeizadas que temen la islamización del Estado y de la sociedad, en marcha desde que el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) llegó al poder en el año 2001. La crisis constitucional comenzó en abril, cuando los generales lanzaron un ultimátum contra Gül y provocaron unas elecciones anticipadas en las que volvió a vencer el AKP (47 % de los votos). El desenlace es provisional y el destino de la República dependerá de la conducta del jefe del Estado, del que la opinión laica, pese a sus proclamas constitucionalistas, sospecha un programa oculto para reforzar la islamización, respaldado sin duda por los sectores sociales más atrasados y retrógados.

Ante la elección de Gül por el Parlamento, el jefe del ejército, el general Yasar Büyükanit, volvió a tronar contra "las fuerzas diabólicas que sistemáticamente erosionan la estructura secular de la República", en alusión a los islamistas, mientras la oposición kemalista insistía en que el nuevo jefe del Estado disimula sus genuinas intenciones. Otros sectores laicos, sin olvidar que Gül y el primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, proceden del islamismo radical, arguyen que el AKP está más interesado en el progreso económico que en la creación de un régimen islámico. Pero al anunciar que prepara una nueva Constitución, Erdogan no calmó la situación, sino que enconó las sospechas de sus adversarios.

La Unión Europea está dividida sobre la manera de promover la modernización democrática del fiel aliado de la OTAN y actor geoestratégico en el Oriente Próximo, por más que resulte evidente que las amenazas para la República secular en Turquía no proceden tanto de la piedad personal de sus dirigentes como de la intolerancia religiosa y del atraso cultural y económico que el kemalismo no fue capaz de erradicar en 70 años. Por el momento, el discurso sereno, como no podía ser de otra forma, impera en las instituciones europeas, que han dado su respaldo a Gül. El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, le felicitó de "todo corazón", con la confianza en que su elección abra una fase de impulso en el proceso de adhesión de Turquía la Unión Europea. Barroso destacó que Gül llega a la presidencia después de unos comicios "un alto nivel de participación", lo que "representa un considerable logro para Turquía y el pueblo turco" y hará que el nuevo Ejecutivo disponga de "un claro mandato popular".

De lo que no cabe duda es de con la jefatura del Estado y el gobierno en manos de los islamistas, inaugura Turquía una experiencia que debe aclarar si la moderación y el respeto del laicismo que pregona el AKP son una estratagema o un reconocimiento de los límites democráticos del poder. Los militares y sus aliados laicos temen que el dilema se resuelva cuando sea demasiado tarde.