WEw l soldado israelí Gilad Shalit ya está en casa después de sufrir cinco años de cautiverio. Lo mismo que 477 palestinos liberados de las cárceles israelís, a la espera de que otros 550 lo sean en las próximas semanas. El Gobierno israelí, este y cualquier otro, asume la responsabilidad de devolver a casa a los soldados que envía a combatir. Por ello no debe extrañar la asimetría de uno a cambio de más de 1.000. No es la primera vez que intercambios parecidos ocurren en este conflicto.

Conviene recordar que el jefe del Gobierno, Binyamin Netanyahu, intentó la liberación de Shalit primero por la fuerza militar. Llevó a cabo repetidas incursiones en la franja de Gaza que arrojaron un balance de un centenar de palestinos muertos. Al final el camino hacia la libertad del soldado ha sido más complejo pero más provechoso porque la negociación indirecta con Hamas, hecha posible por la mediación de Egipto y la diplomacia alemana, es lo que ha permitido que el sargento, que se había convertido en un símbolo, hay vuelto a casa sano y salvo.

Estas son buenas noticias, pues, para los protagonistas que han recuperado la libertad y para sus familiares; y para el conjunto de Israel y de Palestina que, por una vez y ojalá y en el futuro pudiera ser tomado como precedente, han coincidido en la fecha de los festejos. Pero ¿son también buenas noticias para el proceso de paz? De entrada,y pese a los buenos deseos del propio Shalit y de los contenidos en numerosas reacciones a la liberación, es más que dudoso que el intercambio de prisioneros empuje a las dos partes implicadas en este largo conflicto a resucitar las difuntas negociaciones.

Lo que sí introduce este intercambio es un factor que puede ser desestabilizador, al menos para el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbás. Con el fracaso de toda negociación y la petición de reconocimiento del Estado palestino en el frigorífico de la ONU -el canje de prisioneros puede estar también impulsado para aguar el protagonismo de Abbás alcanzado en la ONU-- la proscrita organización radical Hamás ha ganado este envite y tiene la ocasión de erigirse como un interlocutor que puede negociar con Israel y traer a casa a centenares de presos, algunos de ellos responsables de delitos de sangre. Al mismo tiempo, cortocircuita la moderación de Abbás y de Al Fatá, al demostrar que el radicalismo de la organización islamista da resultados.

El canje de prisioneros revela también que, pese a la desaparición de Hosni Mubarak en Egipto y a los graves incidentes registrados recientemente en la frontera entre Israel y este país, y en la embajada hebrea en la capital egipcia, la colaboración entre Tel Aviv y El Cairo sigue viva. La liberación de Shalit trae algunas muy buenas noticias y otras menos buenas, pero la solución del conflicto sigue tan lejos como antes.