Antes de la convocatoria electoral todo apuntaba a una amplia y segura victoria de la coalición de izquierdas liderada por Pierluigi Bersani . Silvio Berlusconi había desaparecido de escena gracias a su ineptitud para encarar la crisis, a sus escándalos privados y a un empujón dado a distancia por Angela Merkel . Parecía llegado el momento de pasar página y poner fin a una época estéril en la que el consumado empresario había sido incapaz de gestionar el crecimiento de Italia. Pero Berlusconi no quiso darse por muerto políticamente y resucitó. Y desde su reaparición en la escena política, el resultado de las elecciones del domingo y del lunes es impredecible. El fantasma de la ingobernabilidad asoma de nuevo.

Los sondeos no pueden publicarse en Italia desde 15 días antes de las elecciones, pero un país tan ingenioso sabe cómo arreglárselas para conocer la intención de voto de los ciudadanos Y lo que ahora dicen las encuestas es que, efectivamente, Bersani va por delante, pero Silvio Berlusconi se le ha ido acercando peligrosamente. Beppe Grillo , el cómico convertido en azote de la política desde un populismo descarado, y su movimiento 5 Estrellas también avanzan. En un humillante cuarto lugar quedaría la coalición de centro formada alrededor del primer ministro en funciones, el tecnócrata Mario Monti .

Hasta el momento, la campaña ha sido una sucesión de golpes bajos y manipulaciones. Han aparecido numerosos escándalos e investigaciones que empiezan a recordar la Italia de la Tangentopoli, la de los escándalos de los primeros años 90 que se llevaron por delante los viejos partidos y la forma de hacer política sin alumbrar una nueva. La campaña está siendo muy personalizada.

Muchos ataques de unos candidatos contra otros, mucha teoría sobre posibles alianzas para formar mayorías parlamentarias en el Senado, pero muy poco programa y menos todavía programa económico que es lo que debería interesar a los italianos y a nosotros mismos ya que lo que salga de las urnas este lunes puede tener serias consecuencias porque puede atrasar o ayudar a nuestra propia recuperación.

Las dudas del electorado son muchas. Casi el 30% dice no saber si va a votar y si lo hace, a quién. Con Berlusconi dueño de la televisión y Grillo, de las plazas, el escenario de inestabilidad que se dibuja es lo peor que pueda ocurrirle a Italia y a Europa.