WLwa queja formulada ayer por el Gobierno de Romano Prodi a causa de las dificultades que encuentran las empresas italianas en Francia resulta aparentemente contradictoria con la prohibición del mismo Gobierno de que siga adelante la absorción de Autoestrade por la española Abertis. Si la contradicción es solo aparente es a causa del hecho, ampliamente comprobado, de que en el seno de la UE sigue pesando más el nacionalismo económico que la globalización. De forma que la debilidad financiera de la UE se suma a la política cuando un país ve amenazado su dominio en un sector, aunque solo sea a escala nacional, como sucede con la concesionaria italiana de autopistas de peaje.

En el caso de Italia se da, además, el precedente de la fallida operación del BBVA para hacerse con la Banca Nazionale del Lavoro. Se dijo entonces que la oposición de las autoridades italianas --el último Gobierno de Silvio Berlusconi-- se debía a la manifiesta debilidad del sistema bancario italiano y a la necesidad de protegerlo. Celebradas elecciones y desplazada la derecha por un Gabinete de centro-izquierda, el criterio ha sido el mismo y las razones esgrimidas, tan sucintas y discutibles como en el caso anterior. Ni siquiera el hecho de que un expresidente de la Comisión --Prodi-- encabece el Gobierno italiano parece haber atraído a su país a la causa del libre entendimiento entre empresas en el seno de los Veinticinco.