El 22 de mayo emergió como estrella en el firmamento político extremeño --ya existía, pero apagada por su carácter extraparlamentario-- Izquierda Unida que, con sus tres diputados y su condición de ´llave´ para la gobernabilidad, acapara desde entonces todos los focos mediáticos y la atención de la opinión pública. A partir de ese día, la vida política extremeña está pendiente de los movimientos de la formación que dirige Pedro Escobar, cuya naturaleza asamblearia --y, por tanto, premiosa y dispersa-- está marcando los tiempos para la formación del nuevo gobierno.

Extremadura está aprendiendo a marchas forzadas cómo se gestiona políticamente ese período que se inicia la noche electoral y que acaba con la constitución del Parlamento y la sesión de investidura. Hasta ahora, el camino era directo y sin incertidumbres, pero la distribución de los escaños ha dibujado, como todos los ciudadanos saben ya en detalle, un panorama endiablado y muy complejo. Con todo, los representantes públicos no deberían invertir más tiempo del estrictamente necesario en resolver las cuestiones pendientes. Bien está que Izquierda Unida consulte a sus bases --es su decisión soberana y sobre ello no hay más que hablar--, pero debería exigírsele que lo haga lo más rápidamente posible. No es lógico que una discusión como la que se está planteando en las asambleas, y cuyo valor político se limita a detectar "el estado de ánimo de la organización", según las palabras de Escobar, se demore durante semanas. Mucho menos se entiende si esta ronda de consultas se fuera a repetir, como también anunció Escobar en la entrevista realizada en este periódico el pasado martes, después de la constitución de la Mesa de la Asamblea, el próximo día 21, con el fin de llevar la investidura a un mes más tarde.

La situación política y económica no precisa de circunloquios ni de rodeos. Hay mucho que trabajar y la pérdida de tiempo es una irresponsabilidad. Izquierda Unida debería tener presente que la mejor contribución a los intereses de los ciudadanos pasa porque el periodo de interinidad en que nos encontramos dure lo menos posible. Por eso, a partir del 21 --y si fuera antes, mejor-- debería acelerar su proceso de maduración de la decisión sobre a qué partido va a apoyar para que forme gobierno.

La coalición de izquierdas ha logrado en este tiempo constituirse en el centro de la vida política y de la atención de los medios, regionales y nacionales. Como operación de márketing, su proceso de discusión es todo un éxito: el conocimiento de Pedro Escobar entre los extremeños ha debido multiplicarse desde el pasado 22; y quizás también la simpatía hacia IU, pero tensar la cuerda del suspense es una operación arriesgada para la propia Izquierda Unida, dado el mar de fondo que existe en sectores de su militancia, y porque los ciudadanos pueden empezar a culparle de mal gobierno aun antes de que empiece a tener, por acción u omisión, alguna responsabilidad en él.