Gaspar Llamazares ha tenido la idea de promover la unión de la izquierda mediante el procedimiento de fragmentarla un poco más si cabe, y a tal efecto auspicia la creación de un nuevo partido que se llamaría Izquierda Abierta, dentro, eso sí, de Izquierda Unida, que no desmaya en su vocación de acabar siendo algún día, como si dijéramos, la madre de todas las izquierdas.

Gaspar, por lo visto, le ha cogido gusto a la política institucional, de gran aparato, y desea continuar donde es muy probable que los próximos comicios, que se aventuran tan adversos para IU, no le coloquen, pero uno le recomendaría, si lo que desea es seguir en política, que no monte partido ninguno y se vaya a la calle, que es donde más política se hace, al parecer, últimamente.

Hay vida política más allá de la política de sueldazo y despacho, del mismo modo que hay vida más allá de la televisión. El que esto escribe, sin ir más lejos, puede dar fe de ello: nunca estuvo más ni mejor informado que al abandonar tras quince años de ejercicio ininterrumpido, para satisfacción de muchos e inmenso alivio de uno mismo, las tertulias de la televisión, siquiera porque estando en la tele todo el santo día, alternando con gente que tampoco hacía otra cosa que ir de una tertulia a otra, uno no puede enterarse de nada ni atisbar someramente la realidad. Téngase y sosiéguese, pues, Gaspar, y si lo que quiere es ponerse al día, revitalizar su izquierdismo desmayado por tantas horas en las Cortes del Reino y, desde luego, seducir con su nuevo yo a los del 15-M, aléjese de la política pequeña, raquítica, avarienta y eternamente escindida del PCE, o sea, de IU, y sumérjase a pulmón libre en la realidad, que seguro encontrará allí a la gente de izquierda que hoy trata de atraer inútilmente a los predios de unas siglas vacías. Izquierda Abierta. Debería ser un pleonasmo, pero desde la cerrada IU es y ha sido siempre, lamentablemente, un imposible, una contradicción. ¿Quiere encontrar Gaspar Llamazares, de verdad, una izquierda abierta? Pues ábrase.