A l hilo de mi artículo de la semana pasada, unos de mis lectores me trasladaba que le agradaban las apelaciones que hacía al fortalecimiento de nuestra identidad. Me hizo reflexionar, en ese momento, sobre lo que para mí significa ser de izquierdas. Y socialista. Y todo ello en el siglo XXI.

Recordé entonces, una columna que escribí en 2014 sobre los principios que definían a la izquierda y que se contraponían a los de la derecha, para ver el abismo que separa a los que abogaban por el fin de las ideologías.

Sin embargo, ahora quisiera traer a estas líneas otro tipo de pensamientos. Los socialistas, la izquierda, desde su gestación hemos estado a la vanguardia de todas las iniciativas de las épocas en las que nos ha tocado vivir. Representábamos la modernidad frente a los que ya entonces se denominaban, de manera coloquial, los cavernícolas.

Ya a finales del siglo XIX abogábamos por la limitación de las interminables jornadas laborales, por las vacaciones pagadas, por el derecho a tener una pensión de jubilación y de enfermedad. Por el valor de las aportaciones de las mujeres en la vida pública. Por la eliminación del trabajo infantil. Por la equiparación salarial. Por una educación para todos. Por una sanidad universal. Por una atención específica para la dependencia. Por la eliminación de fronteras (siempre fuimos internacionalistas). Por la acogida al inmigrante ( como nos gustaría que nos trataran a nosotros). Por la paz ( el no a la guerra fue un slogan permanente: no matar a tu hermano). Y así podríamos seguir redactando página tras página que se van actualizando al socaire de los tiempos.

Pegando un salto en el calendario y poniendo imágenes de 2018, nos deberíamos percatar que todos y cada uno de esos postulados siguen vigentes. Son los que dan sentido a ser de izquierdas en el siglo XXI. A esos, se les añadirían los propios del momento histórico en el que te toca vivir: en nuestro caso, entre otros, la preocupación por el cambio climático, la economía verde y circular, la lucha contra la despoblación, la insistencia en consumir energías alternativas y no contaminantes, la innovación, la revolución tecnológica, la inquietud por elevar el nivel medio de vida de nuestros semejantes, los problemas sanitarios que pueden ocasionar costumbres y formas de vivir poco adecuadas como el sedentarismo, el ocio sin cultura, la obesidad, la violencia en todas sus formas ( física y dialéctica)… Así pues, cada día que pasa, considero más imprescindible ser de izquierdas. ¡Hay tantas causas por las que luchar!