El arzobispo de Urgell, Joan Martí Alanis (El Mil , Tarragona, 29-11-1928), hace suya, en la revista oficial de la archidiócesis, la tesis de que incinerar a los muertos es una práctica que implica "la negación de la inmortalidad del alma y de la esperanza de la resurrección". Al margen de que el Código Canónico permite que se quemen los cadáveres (aunque se aconseja la "piadosa costumbre" de sepultarlos), ¿cómo puede monseñor sembrar la zozobra en los fieles de buena voluntad dando crédito a semejantes teorías? Si el alma es imperecedera, ¿por qué el fuego habría de aniquilarla?

Hace años que Martí Alanis --que también es copríncipe de Andorra en virtud de su cargo-- dejó de ser un centrista amable para convertirse en un obispo decididamente conservador. Ha llovido mucho desde 1988, cuando compitió con el actual arzobispo de Valencia, García Gasco, para la secretaría general de la Conferencia Episcopal Española. El representaba al sector renovador y perdió. Desde entonces ha ido adoptando posiciones ultradefensivas. El año pasado, por ejemplo, denunció una "campaña anticlerical que vitupera la figura de los clérigos" y aconsejó "levantarse en señal de respeto siempre que un presbítero esté donde tú estás". En lo que nunca aflojó fue en descalificar la política anticatalana de la COPE, la emisora de los obispos.