TLte sorprendió la muerte en Italia, de repente, y ayer le acompañábamos por última vez. Se nos ha ido Joaquín Rojas, el amigo, el colaborador de tantas y tantas secciones flamencas, el erudito y tal vez sencillo conocedor de este arte, el flamenco, que como él señalaba, tiene en Badajoz, en Extremadura, uno de sus santuarios.

Es fácil recurrir a los tópicos y escribir sobre quien desaparece un conjunto de virtudes. En el caso de Joaquín es aún más fácil porque él era la encarnación de esas virtudes. En el ambiente en ocasiones crispado del mundillo flamenco su incomparable voz, sus reflexiones y su presencia (la elegante presencia de Joaquín ) servían para entibiar rencillas, para señalar que todo era relativo y que por encima de cualquier argumento enconado estaba la amistad. Y no lo predicaba únicamente de boquilla, sino que daba la cara. Joaquín, como sabio, era riguroso y como sabio era humano. Tras algún recital flamenco de dudosa calidad (y en todos los de calidad suprema) acudía con su escrito contundente y expresaba sus apreciaciones sin vacilar, pero sin herir.

Su aportación sobre Porrina de Badajoz es uno de los hitos culturales extremeños de los últimos años. Sus aportaciones sobre este arte tan nuestro, son y serán impagables. Su pérdida es, sin tópico alguno, una irreparable pérdida en este solar que se nos está quedando sin humanidad.

El mundo de la cultura extremeña está de luto, el mundillo del flamenco que ya lloraba hace unos meses la muerte de otro de sus valedores, Juan Luis Crespo, arranca su palo más triste para despedirle. Cabal entre los cabales, sabio, elegante y entusiasta, se nos fue en Italia sin avisarnos. Hasta siempre, Joaquín.

*Dramaturgo