Nunca es tarde si la dicha es buena. A los 80 años, José Luis López Vázquez (Madrid, 11-3-1922) ha logrado el Premio Nacional de Teatro por su talento interpretativo, más conocido por el cine y la televisión que por la escena. En el teatro siempre será recordado por La muerte de un viajante (1985); en televisión, por La cabina (1972), y en el cine por Mi querida señorita (1971). Ha hecho bastantes cosas buenas y muchas otras horrendas, especialmente en la pantalla grande, del tipo de El fascista, la beata y su hija desvirgada (1978), idónea para que Parada le extraiga el jugo sociológico en su Cine de barrio.

De formación autodidacta, López Vázquez entró en el mundillo cinematográfico como dibujante figurinista. Si en plena guerra civil se afilió a las Juventudes Socialistas Unificadas de Carrillo, cautivo y desarmado el rojerío en 1939, se metió en la organización juvenil de Falange. "No me considero más víctima del franquismo que con la democracia", declaró en 1978. Con los años, ha ido añorando el viejo régimen porque, según él, no le quitaba el dinero con impuestos ni se aprovechaba de su trabajo. "En la España de hoy --dijo en 1996--, siento que me agreden constantemente".

De un tiempo a esta parte, encontró cariño en algún congreso del PP al que fue de invitado. Y si los impuestos continúan, quizá piense que Aznar aprieta, pero no ahoga.