Casi la mitad de las jóvenes de entre 14 y 19 años del área de salud de Cáceres habría tomado la píldora post-coito. El dato, publicado el pasado domingo por este periódico, es estadístico; no quiere decir, por tanto, que una de cada dos chicas de esa edad haya tenido que hacer uso de esa pastilla. Pero la estadística no puede esconder la gravedad del dato: porque revela que un método como éste, concebido para situaciones de emergencia y como un último recurso para evitar la posibilidad de un embarazo, está siendo utilizado por centenares de chicas, algunas de ellas en los primeros años de la adolescencia, ni siquiera como un método contraceptivo más, sino como la solución a la que se acogen siempre que tienen una relación sexual.

Los médicos que participaron en la información ya han alertado de lo que está ocurriendo, y no son precisamente ellos sobre los que tiene que recaer la responsabilidad de evitar los embarazos no deseados entre las adolescentes. Este asunto, de primerísima importancia para los jóvenes, debe estar resuelto antes de que una chica tenga que acudir a un Centro de Orientación Familiar. Es la familia, en primer lugar, la que tiene la responsabilidad de resolverlo con información y educación.