Historiador y militante del PSOE

No sabe uno si tomarme como una broma o fruto del sarcasmo las declaraciones de un admirado alto cargo público que anunciaba su retirada. Se refería a que dejaba el paso a la gente más joven. Y ese quizás sea el problema. Salvando el tópico de las honrosísimas excepciones y siendo conscientes de que nunca es bueno generalizar, eché un vistazo a lo que hay en la escena pública y, lo que es peor, a lo que se avecina o presenta, por parte de la mayoría de las fuerzas políticas de la comunidad autónoma. Principalmente en aquellos lugares donde se presume que se ostentará alguna responsabilidad. Y por supuesto no voy a referirme a cuotas, cupos, estadísticas de relleno....

Queda claro, a mi juicio, que estamos ante procesos de evidente conservadurización. Hay que evitar riesgos, sean o no los vientos proclives, parece ser la razón de los estrategas. La grupocracia trata de disuadir a aquellos que tengan ideas propias. Basta observar, a modo de ejemplo, cómo en los Parlamentos o en los plenos municipales el uso de la palabra, algo primordial en democracia, pasa por tener la venia de los propios partidos. Claro está que lo fundamental es la disciplina. Que se lo pregunten a Pimentel que optó por abandonar el PP harto de que se identificara al que no piensa igual que el jefe como contrario a la organización. Aunque prefiero fijarme en Inglaterra donde la demostración pública de las propias posturas no se escenifica ( quiero pensar que de ninguna manera) en censura interna. Por tanto podríamos sincerarnos y dejar de adocenar nuestro vocabulario con conceptos como: renovación, futuro, innovación, progreso, pluralismo, receptividad, valía o confianza cuando la práctica cotidiana, a veces, demuestra lo contrario.