TCtomo ave precursora de una primavera florida en arte con el Foro Sur como ejemplo de pujanza y el Womad como ejercicio de paciencia (Cáceres es Womad, no lo olviden), llega Juanito Delgado , cubano, con un apellido como el de Calzadilla que viene pregonando abuelos hispanos, y con cinco pintores, cinco, Abela, Rubén Rodríguez, William Hernández, Irving y Sardina , para exponer en el Ateneo cacereño hasta el treinta de abril.

Viene Juanito Delgado y estábamos junto a él algunos de los de la cena en su casa del Malecón, y Juani Ollero , con José y Toño de Atrio, con Chema, Esteban, Florencio y muchos más ateneístas. Juanito lleva por el mundo a Cuba y a Mendive , el pintor de Cuba, el genio que cuelga en el Moma o en París sus miradas desde la isla ojo del Caribe. Lleva Juanito cuadros y ritmos que están hablando de acercamiento cultural y humano. Cuba es y será Cuba, y la libertad siempre fue hija de la cultura. Se están engendrando pequeños diosecillos de concordia y en el Ateneo han dejado una pincelada, un soplo de su aliento fresco que desvanece tormentas tropicales. Al igual que en Avignon y en otros lugares semejantes, cruces siempre de caminos y culturas y protagonistas de la historia, en Cáceres se dan la mano muestras de tradición y vanguardia, y conviven.

Convive la elegancia de un barrio medieval con la osadía de las nuevas formas plásticas, el canto gregoriano y los ritmos étnicos, la saeta al Cristo Negro y los pies negros que bulliciosos invaden las calles empedradas cuando el Womad. Y así deberá entenderse porque así evoluciona el arte y evolucionan los pueblos.

Aquella noche, la noche de Juanito, Cáceres olía a ron y Malecón.

*Dramaturgo y directordel consorcio López de Ayala