El secretario de la Asociación de Jugadores en Rehabilitación Nuestra Señora del Puerto (AJER Plasencia), Eusebio Collazos, afirmó en fechas recientes que la adicción al juego se convertirá en «la próxima pandemia». Creo que acierta en el calificativo pero comete un pequeño error en el tiempo verbal. Esta pandemia no llegará, ya está aquí y desde hace tiempo además. Asimismo, el señor Collazos, con toda la razón del mundo, hace hincapié en la responsabilidad de los padres al regalar dispositivos móviles a sus pequeños retoños. Para desactivar la bomba de relojería que ponemos (sí, me incluyo, no soy un padre perfecto) en manos de nuestros pequeños no basta con actuar de manera autoritaria, sino con autoridad. Esa autoridad nos la dará la experiencia, una vez que hayamos adquirido los conocimientos necesarios para ello. ¿Cómo van a saber los niños lo que tienen entre manos con los smartphones si la gran mayoría de los adultos lo desconoce? ¿Sabemos las consecuencias del uso de estos dispositivos?

¿Qué ocurre con las fotos, opiniones y archivos que compartimos en redes sociales? ¿Qué estamos cediendo cuando aceptamos las condiciones para usar una aplicación «gratuita»? Como estamos sustituyendo a pasos agigantados el contacto humano por estos peligrosos ordenadores portátiles, no es extraño que fabriquemos como churros a individuos cada vez más egoístas, hedonistas, poco empáticos y cada vez menos asertivos. Como reclama el señor Collazos: ¡A ver si espabilamos los padres!