Pasa el tiempo tan deprisa que se nos va como agua entre los dedos.

Miramos para atrás sin darnos cuenta, y de pronto, tenemos la edad que tenemos, hemos perdido agudeza visual, agilidad, y las articulaciones empiezan a quejarse en cuanto tratamos de saltar de la cama.

Dónde está esa capacidad de recuperación, nos preguntamos, los días por delante, la certeza absoluta de que después de la Semana Santa viene el verano y aún se pueden hacer planes.

Dónde está la inconsciencia de vivir sin agobiarse, la ligereza de preocuparse solo del siguiente examen, de esa llamada tan esperada o de qué vas a ponerte esta noche.

A diario apenas lo notamos. Estamos tan ocupados en vivir que la vida se nos pasa en un suspiro. Quizá intuimos algo, en ese momento justo antes de que el polen de los sueños nos cierre los ojos tan cansados.

Solo en días como hoy, festivo, preludio de festivos en familia o con amigos, somos capaces de percibir el peso del tiempo en nuestros párpados.

Cómo han crecido los niños que hace nada correteaban por el patio, dónde están los mayores que se ocupaban de las cenas. En qué momento tomaste el relevo de llevar las croquetas o hacer la lista de lo que tenía que comprar cada uno.

Las arrugas que no vemos en nuestro propio espejo surcan la cara de los seres queridos, de los amigos que hace años que no vemos. Hay un sabor agridulce en los guisos caseros, y el vino o la cerveza nos ponen melancólicos.

Vivimos tiempo de descuento, dice alguno, aunque ya se ha encargado otro de contar las bajas.

Se escucha el silencio, el eco de un bullicio ya pasado sobrevuela la mesa sin recoger, y nos revolvemos incómodos por haber dejado que el recuerdo nos cayera tan encima.

A lo lejos, se escuchan los ensayos de las bandas para las procesiones. Alguien hace café, otro recoge los restos de la celebración y apura las copas, ya sin brindis.

Huele a primavera, a escobones, a tierra mojada o a ozono, que suena mucho menos poético.

Nos miramos como salidos de un naufragio, y sin decirnos nada, todo lo sabemos. Somos un aquí y un ahora. Estamos juntos, todavía.

A lo mejor solo para eso está bien mantener las tradiciones, para que las fechas nos hagan ser conscientes de los años que hemos compartido, y a la vez nos mantengan ignorantes de lo que está por venir.