No sé ustedes, pero a mí, me da la sensación a menudo que no estamos viviendo, sino jugando a vivir. La vida es sueño, como escribió Calderón, y no de forma metafórica, porque vemos que todo lo que ocurre, lo que vemos cercano, personas, cosas, acontecimientos, caras, juventudes amistades, familias, todo se transforma y al final se acaba. Y yo me pregunto a qué tanto afán por tener un capital excesivo, conseguido fraudulentamente, por qué el dinero negro. Por qué el desvío inconsciente de un dinero que se creen quienes ya sabemos, que desbordarán sus bolsillos, sin que nadie se entere, aunque al fin nos enteramos todos. A qué tanto afán, tanta ambición, si veremos a los ambiciosos demacrándose en las cárceles, con su fama llena de los gusanos de la corruptela, los que estuvieron hambrientos de imposibles, como si hubieran estado sus vidas, las de esas personas, destinadas a una estancia prometida en una Arcadia feliz, donde necesitarían de muchísimos millones de euros para pagarse su estancia allí, para proporcionarse sus placeres de todos los días, para reírse del mundo, que parece ser, que está, para ellos, lleno de tontos. Pero si estamos jugando a vivir, todos, y nuestro juego es limitado como todos los juegos, y nuestro tiempo también. Para qué hacer trampas, si no tenemos tiempo para vivir. Juguemos noblemente antes que anochezca.