Los amaños de partidos, una conducta tipificada, en la reforma del Código Penal de 2010, con la que se pretende perseguir los sobornos y fraudes en el ámbito del deporte, en general, con la finalidad de alterar de manera deliberada y fraudulenta el resultado de una prueba o competición deportiva profesional. Esto último siempre conlleva la controversia precisa, por reconocer, en el ámbito del que estamos hablando. Lo cierto es que en estos días se ha hecho pública una amplia operación, liderada por un juzgado de Zafra, en torno a todo un entramado criminal afecto a determinadas categoría del fútbol patrio --Segunda B y Tercera--, con la participación activa de determinados sujetos --exárbitros, exjugadores, entre otros--. Liderada esta red de apuestas desde China y en relación a las temporadas 2016 a 2018.

La mecánica parece que era la de captar futbolistas en activo para realizar la conducta fraudulenta, convenciéndoles para que accedieran a ese comportamiento delictivo, bajo una recompensa económica. Lo que, sin duda, extraña en todo esto es el hecho de que pueda darse, con cierta normalidad; y despertar las sospechas, ya una vez vertebrado el mecanismo de la organización criminal. Y todo ello a pesar de las insistentes campañas de integridad que dicen predicarse desde las organizaciones deportivas. Lo que sí resulta siempre llamativo, y habría que reflexionar sobre ello, es el hecho de que se pueda hacer en competiciones -casi profesionales-- porque se suponen que juega a favor el hecho de un menor control. Circunstancia esta que o debiera jugar en favor de favorecer este escenario como menor caldo de cultivo para delinquir; además de aprovechar la precariedad económica de estas competiciones y quiénes la protagonizan. Esto es, las organizaciones criminales que apuestan a este tipo de operaciones juegan bien al efecto de estar ante un contexto, que tiene más ralentizado el control y seguimiento de estas conductas. La verdad que este tipo de sucesos en el deporte causa un daño tal que se muestra incompatible con los valores que se propugnan del deporte, y que tienen que ver con el fair-play. Esta operación continúa, y de hecho, cada día los medios de comunicación se van haciendo eco de incautaciones de dinero, declaraciones e imputaciones, y detenciones.

Convendría anunciar medidas contundentes en todas las categorías no necesariamente profesionales, para hacer frente a estas tramas criminales, que como se sabe están siendo instigadas desde otras latitudes, pero, no obstante, el hecho criminal recae en nuestro país. Ofreciendo, por otro lado, un nefasto mensaje en relación al deporte y la limpieza del mismo. Por ello, debe quedar claro que hay que intensificar la vigilancia en las denominadas competiciones no profesionales o semi profesionales que son, al parecer, más vulnerables a permitir estas prácticas, no solo por la acción de no in vigilando, sino por la capacidad de atraer la atención de los posibles sobornados, en relación a ofrecer beneficios económicos a cambio de estas prácticas fraudulentas.

Lo grave, por tanto, aquí además de mostrar un flanco débil, está el hecho de dejar que este deporte, que está regulado, pueda quedar al albur de estas prácticas, y que se hagan frente a la impunidad que pudiera dar a entender una omisión por una no acción. En esta causa debe estar todo el deporte con contundencia.