TEtstamos en medio del denominado juicio Madrid Arena, en el que perdieron la vida cinco chicas y que estos días está siendo retransmitido a los efectos. En el que los encausados están desgranando todos sus argumentos para eludir responsabilidades directas, o de conductas culposas o dolosas. La realidad no es otra que la envergadura de un evento que se les escapó de las manos por la avaricia de un negocio lucrativo que les llena de grandes beneficios, y del que no están dispuestos a gastar todo lo necesario para evitar lo que, por desgracia, aquí sucedió. Los responsables directos del enriquecimiento del evento se manifiestan consternados y extrañados de que sucediera lo que allí pasó, que no fue otra cosa que la muerte de cinco chicas. Llegan, incluso, que todo se debió a situaciones de falta de reflejos a la hora de hacer frente a esa supuesta avalancha incontrolada y manifiesta de forma espontánea.

Cuando una observa esas imágenes en televisión donde se observa la gente corriendo despavoridas; y, al mismo tiempo, la trampa que supuso el propio recinto, no puede por menos extrañarse ante la inoperancia y falta de medios para hacer frente algo que se debería haber contemplado, cuando en un local acceden las miles de personas que allí se encontraban. No caben excusas respecto a supuestos de hecho y situaciones producidas bajo la apariencia del caos. Ese caos existió, sin duda. Pero la falta de previsión y de asunción de medidas para evitarlos también existió. Parece ser que en los ordenadores aparecían más de veinte mil, y el responsable último del evento habla de vendidas no más de 10.000, respecto a las que supuestamente pasaron por los tornos. Me imagino que son estrategias y estratagemas de defensa. Y todo ello bajo la mirada atenta en el procedimiento hoy en curso en la sala de los familiares de las chicas muertas. Tiene que ser doloroso que el tema se pueda solventar, más allá de responsabilidades penales, en saber y conocer si administrativamente fueron vendidas las veinte mil entradas o las casi diez mil que el encausado señala en su defensa.

XAUN MAS,x cuando se trata de averiguar respecto a medidas de seguridad, certeza en la existencia de entradas en urnas, o medios médicos se producen las ambigüedades y la falta de contundencia en la respuesta repartiendo responsabilidades a terceros. Pero poco se dice respecto a los importantes beneficios que traen consigo estos eventos, y que son saldos en positivo en las cuentas de estos acusados, pero poco o nada tienen que corresponder proporcionalmente con inversiones que den seguridad a estos eventos, en previsión de avalanchas como la que tuvo lugar, presuntamente, en este lugar.

Y todo ello está teniendo lugar ahora, unos años después de la tragedia que nos conmocionó a todos, pero que en este momento de la secuencia se encuentra en fase de juicio, y donde tocaría ahora cerrar todo tipo de especulaciones y abrirse la vía de las certezas y las responsabilidades. Y se espera que así sea, lo esperan, muy especialmente, los familiares directos de estas jóvenes, y lo espera esta sociedad para que no se repitan estos hechos, y para que aquellos que se enriquecen a costa de negocios, del que tratan de eludir responsabilidades directas, no salgan indemne. Porque lo que parece subyacer en todo esto es lo de siempre, personas con pocos escrúpulos que dirigen negocios de fácil lucro, alejados de medidas que soporten todo tipo de contratiempos e incidencias que pudieran representar un peligro real para la vida humana. Y en este caso, por lo que se está observando en informes periciales, y juicio las medidas existentes no garantizaban la probabilidad de la avalancha producida. Y esto no merece un reproche social, sino merece medidas penales contra los responsables, además de prohibir que sigan ostentando negocios con quienes han sido incapaces de responder a estas muertes de forma objetiva y con medios técnicos, humanos y sanitarios ante lo que no era otra cosa que la concentración de miles de personas en un recinto cerrado.