Escritor

El romance de Julián Muñoz y la Pantoja nos devuelve a la mejor época del cine tras la guerra civil, si no fuera porque en la película ni en broma hubiera sido elegido Julián por votación popular, sino que hubiera sido elegido por el inspector del Movimiento encargado de darle la buena noticia al comité local, como sucedía en aquella época, en que reunido dicho comité se nombraba a quien fuere y después, a la salida, eran los dramas:

--Oye, que yo quería seguir...

--Ya, pero como me pediste tú mismo ser relevado...

--¿Yo...?

--Claro, vas a Badajoz y te coges la papalina y después no te acuerdas de lo que dices.

El Julián tiene toda la madera del alcalde de Franco, y esa llaneza suya de requebrar a la Pantoja y las miradas, eso forma parte de La Lola se va a los puertos y Dolores, ay mi Dolores, y, por supuesto, Ay, Jalisco, no te rajes. Lo que Franco no consentía era el desbarajuste de la esposa haciéndole budú a Julián, y las hijas defenestradas, que después llenan de lágrimas los ojos de Juliancete. Finalmente, la Pantoja, con el cayado de la Blanca Paloma, eso son ya palabras mayores, con el pueblo cateto detrás que vota aznares y gallardones. La guinda la ponen los tránsfugas del PSOE, y Zapatero que hubiera hecho ejemplarmente de rey en Dónde vas Alfonso XII. Con estos sustos, Rodríguez Ibarra pide que la empresa sea neutral, pero la empresa es la empresa, menos el autónomo, que es una unidad de destino en lo universal; el pobre.

Julián Muñoz y la Pantoja son las claves de un siglo que cada día me confirma más, que pese a quien pese, el esperpento va a tener por fin un marco adecuado. En Mérida se cubren todas las concejalías menos la de Cultura, que teniendo las radios de los Pencos, para qué más cultura. Calle, que es tan limpio en su mirada le da un apretón de bíceps y que sea lo que Dios quiera.

Nombran a Angel Luis López director de las Localias extremeñas después de reciclarse por la dura Castilla. Angel Luis tuvo una época que echaba requiebros casi como Muñoz constantemente a la Pantoja. Un amigo que de pronto vuelve como una dulce aparición.