Si el juez Tirado y los funcionarios que estaban a sus órdenes hubiesen cumplido con su deber desarrollando su trabajo con la diligencia mínima exigible a cualquier persona que tiene una responsabilidad determinada y por la que cobra un sueldo, entonces, la niña Mari Luz, que tan solo tenía cinco años, aún estaría viva. Su risa de niña, como la risa de todas las niñas de cinco años continuaría llenando de luz y alegría la vida de su familia. Así sería si ese juez Tirado y los funcionarios a sus órdenes, hubiesen estado más pendientes de su trabajo y un poco menos ocupados en organizar sus puentes festivos, sus fines de semana, sus días de asuntos propios, sus suplencias y sus ausencias. Si hubiesen estado más centrados en cumplir con su trabajo y ganarse el sueldo que cobran; si hubiesen comprendido que el objetivo de la Administración de justicia es hacer justicia y servir a los demás y no darles trabajo a ellos y que los demás les sirvan a ellos y les rindan pleitesía y les hablen con temor. Si hubiesen comprendido que detrás de cada auto, de cada requerimiento y de cada sentencia, hay personas de carne y hueso; seres humanos que esperan justicia o que demandan reparación de los daños que han sufrido. Si pudieran entender que detrás de cada papel que ellos dejan acumular en sus mesas, sencillamente como montañas de papel, hay, sin embargo, montañas de lágrimas y de dolor y también de esperanzas y consuelos. Si hubiesen comprendido que esperando lo que ellos hagan o dejen de hacer, aguardan, impacientes, miles de inocentes que esperan sus derechos o culpables que deben ser castigados para que otros duerman en paz. Si hubiesen comprendido todo eso, entonces, un psicópata asesino condenado en firme y que tenía que estar en prisión desde hacía más de dos años, no hubiera andado libre por la calle y la niña Mari Luz, estaría ahora mismo con sus padres. Pero no hay que inquietarse: 1.500 euros de multa al juez y nada al resto de los funcionarios, restablece la normalidad del Estado de derecho y la infalibilidad de nuestra justicia. Como diría, con la solemnidad que le caracteriza, nuestro insigne presidente del Gobierno.

Agustín Vega Cortés **

Zafra