TTte dicen, cuando comentas alarmado algunas noticias de los periódicos de estos días: "no hay que preocuparse tanto; son apenas unas decenas". Unas decenas de manifestantes en San Sebastián; unas decenas de jovenzuelos --y alguno que no lo era tanto-- extremistas que quemaron el retrato de los Reyes, ayer, en el centro de Girona.

Son, de acuerdo, unas decenas. La verdad es que Batasuna ya no logra convocar manifestaciones masivas en apoyo a sus presos, pero lo compensa aumentando la agresividad: eso es más noticia. Tampoco me parece que los manifestantes de las juventudes independentistas catalanas, que ahora se inventan una carrer borroka , vayan a sumar nunca masas. Pero son impunes a la hora del desmán, y desmán es quemar ante las cámaras de televisión símbolos y efigies de las máximas instituciones.

Me he referido en algunas ocasiones al radicalismo que se impone en la vida política española. Los moderados huyen a otras playas, que vaya usted a saber si algún día cristalizarán en otra cosa; de momento, están en la diáspora, buscando su lugar al sol. Y este lenguaje algo extremado que se va imponiendo entre los responsables de los principales partidos tiene su expresión caricaturesca, desorbitada, en las organizaciones juveniles de esas formaciones. Decenas de jóvenes que toman la kale o el carrer , protestando contra un sistema que no les gusta, lo cual es muy legítimo, utilizando métodos que no lo son tanto para su protesta.

Yo sí doy importancia a la carrer borroka ; no sé si estos muchachos están alentados por sus mayores políticos. Puede que sí, o que no. Algunos de estos mayores no ven con malos ojos, en todo caso, estas protestas contra el sistema. Hay un hálito contra lo establecido que resurge de cuando en cuando en la vida política nacional. Puede que, tras esas decenas de exaltados, estemos ante un afán de protesta más generalizado. Ya se ha dicho que puede que estemos en los albores de una segunda, necesaria, transición. Y que la próxima legislatura tendrá que ser la de los grandes cambios.

Pero temo que no se pondrá remedio a lo que parece una cierta desintegración de valores establecidos mientras los principales responsables de mantener encendida la llama sagrada sigan diciendo: "no hay que preocuparse tanto; son apenas unas decenas".