Tal vez los medios de comunicación sean el reflejo más fidedigno de las controversias de esta sociedad, de sus diferentes formas de concebir la vida, tal vez sean una consecuencia más del adoctrinamiento y de la capacidad de captación a la que con tanta frecuencia nos vemos sometidos. Muchos de ellos mantienen posturas afines con algún grupo mediático, político o confesional, al amparo de esa complicidad que proporciona el saberse arropados por el potencial de lectores que les secundan. Existe cierto tipo de prensa que bajo una vitola de imparcialidad defiende velados intereses, estableciendo una clara línea editorial ideologizada, a quienes la objetividad no les interesa, y menos aún cuando va contra sus posicionamientos, limitándose a suministrar carnaza a ese sector de la sociedad que necesita que alguien les confirme en la certeza de sus convicciones, y que reciben los mensajes como quien escucha una voz que viene de lo alto, que les reafirma en lo único que sus oídos están dispuestos a escuchar. Por eso se elaboran artículos de opinión con la misma intención acomodaticia de quien se confecciona un traje a la medida.

Cuando tiempo atrás, Mario Conde , en su afán de megalomanía pretendió dominar la escena política, como anteriormente tratara de hacerlo con la bancaria, comenzó por captar un importante número de medios de comunicación, sabedor de que quien domina la opinión pública, posee la llave capaz de abrir las cerraduras de la manipulación, y constituirse con ello en el gurú de los nuevos tiempos.

XEL QUEx escribe no debe estar tentado por la idea de complacer a sus lectores, ni sometido al servilismo de regalarle los oídos a nadie, de acatar un mecenazgo que le exija travestir la falsedad hasta convertirla en una burda apariencia de verdad, de instrumentalizar la palabra para ponerla al servicio de algún fin espurio, sino que a dedicar su empeño a la búsqueda de la claridad y de la objetividad, aún a costa de resultar molesto o poco conveniente.

La misión de la prensa ha de consistir en proporcionar la información suficiente sobre los diferentes aspectos de la realidad, facilitar una visión fidedigna sobre los pormenores de las cosas, enfrentar al lector con el dilema, con los paradigmas de un determinado suceso, para que a partir de ahí, cada cual construya su propio andamiaje, basándose en criterios estrictamente personales, alejándose de todo lo que esconda una intención aleccionadora, o cercana a la de esos voceros que repiten las consignas que programaron otros; alejándose de todo aquel que pretenda tener el monopolio de la razón, y construir sobre ella un edificio de quimérica heterodoxia que estructure la sociedad en función de pertenecer a una determinada ideología, ya que la realidad no puede representarse bajo la imagen de un encefalograma plano, sino que es ambivalente y está sometida a una gama compleja de matices, que admiten multiplicidad de interpretaciones.

Hay cierto tipo de prensa que obedece a la voz de su amo, que se deja querer por los temas que, de manera recurrente y monocorde, secundan el discurso cansino de los políticos, y alimentan esa espiral de desencuentro que actualmente se ha instalado en la clase política y en la sociedad.

Hay quien escribe desde la torre de marfil de una realidad impuesta, a quien no le importa caer en la autocomplacencia, traicionarse a sí mismo, renunciar al rigor y al compromiso con la ética, con la profesionalidad y el sentido común, actuando como mercenarios en un ejercicio de patético cinismo, tratando de defender lo indefendible, de justificar lo injustificable, de construir una realidad paralela e inverosímil.

En esta relación de biunívoca fidelidad que algunos pretenden establecer, el lector es el más perjudicado, ya que queda a la altura de algo inacabado y fácilmente manipulable, al que se le niega la posibilidad del más mínimo discernimiento.

También existen alternativas elaboradas desde la coherencia, la dignidad y el pluralismo, que ejercen el sano ejercicio de presentar razonamientos perfectamente encontrados, divergentes o contrapuestos, como señal inequívoca de que está abierto el debate, de que no se está bajo el dominio del pensamiento único, como quienes marchan a piñón fijo, o escribe al dictado, y para los que todo es válido con tal de mantener encendida la llama del afán de sus lectores, porque también hay quien ejerce de notario de esa realidad que subsiste tras el paisaje de crispación en el que se ha ido convirtiendo la actualidad.

*Profesor