Zapatero había puesto en juego todos sus mecanismos de persuasión retórica en el primer discurso ante el Parlamento Europeo como presidente de turno de la Unión, pero se encontró con la natural dificultad que representa que España sea uno de los países de Europa con mayor tasa de paro, con un déficit exterior que aumenta descontroladamente, con una casi insalvable deuda pública y con unos umbrales de miseria que nos alertan de una probable crisis social durante este año.

Como se demostró en el debate de control parlamentario posterior a la intervención del presidente, los diputados europeos no parecen tener mucha fe en los planes de estabilidad y en las consecuencias de la denominada economía sostenible.

Y es que los parlamentarios europeos necesitan mucho más que palabras; demandan una confianza y un crédito para que el diseño de las propuestas conduzca a una acción eficaz contra una crisis que atenaza las posibilidades de futuro. Los cantos de sirena de los experimentos sociales y las proclamas huecas de economías verdes y sostenibles han generado el esperable escepticismo. Para responder a la crisis Europa necesita concitar sus mejores energías, su mejor tradición cultural y su rico tejido social y empresarial. Zapatero, con su discurso ante el Parlamento Europeo sólo convenció a los que ya lo estaban, la situación de Grecia pone, si cabe, aún más en guardia a Europa con respecto a España. Y es que en Europa el valor Zapatero no se cotiza.

Domingo Martínez Madrid **

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